El desaliento no respeta a persona alguna. Es más, el desaliento parece atacar más a los que tienen éxito que a los que no lo tienen; porque mientras más alto subimos, mayor suele ser la caída. No nos sorprende, entonces, cuando leemos que el gran apóstol Pablo dice que “fuimos abrumados sobremanera más allá de nuestras fuerzas”, y que llegó incluso al punto de perder “la esperanza de conservar la vida” (2 Corintios 1:8). A pesar de la grandeza de su persona y ministerio, Pablo era tan humano como nosotros.
Si no fuera por su llamamiento de Dios y su interés por ayudar a las personas, Pablo podría haber escapado de estas cargas (2 Corintios 1:1).
Había fundado la iglesia en Corinto y había ministrado allí por año y medio (Hechos 18:1–18). Cuando surgieron serios problemas en la iglesia después de su partida, envió a Timoteo para que los atendiera (1 Corintios 4:17) y luego escribió la carta que nosotros llamamos Primera de Corintios.
Desafortunadamente, las cosas empeoraron y Pablo tuvo que hacer una visita dolorosa a Corinto para tratar con los agitadores (2 Corintios 2:1 en adelante). Sin embargo no hubo solución. Entonces escribió una carta “dura y fuerte” que fue llevada por su compañero Tito (2 Corintios 2:4–9; 7:8–12). Después de mucha aflicción, Pablo nuevamente vio a Tito y recibió el informe de que iglesia en Corinto y había ministrado allí por año y medio (Hechos 18:1–18).
Después de mucha aflicción, Pablo nuevamente vio a Tito y recibió el informe de que el problema se había resuelto. Fue entonces que escribió la carta que nosotros conocemos como Segunda de Corintios.
¿Cuál era el secreto de la victoria de Pablo cuando soportaba las pruebas? Su secreto era Dios. Cuando te halles desanimado y listo para darte por vencido, aparte de ti tu atención y enfócala en Dios. De su propia experiencia difícil, Pablo nos cuenta cómo podemos hallar ánimo en Dios. Nos da tres recordatorios sencillos.
Recuerda lo que Dios es para ti (2 Corintios 1:3)
Ciertamente no podía alegrarse con respecto a sus circunstancias, pero sí podía alegrarse en Dios, el cual controla todas las circunstancias. Pablo había aprendido que la alabanza es un factor importante para alcanzar la victoria sobre el desánimo y la depresión. La alabanza cambia las cosas, tanto como la oración cambia las cosas.
¡Alábale porque él es Dios!
Recuerda lo que Dios hace por ti (2 Corintios 1:4a, 8–11)
. Pablo se sentía oprimido por las circunstancias difíciles, y la única dirección en que podía mirar era hacia arriba. En 2 Corintios 1:5–6 Pablo usó la palabra griega pathema, “aflicciones”, la cual también se usa para referirse a los sufrimientos de nuestro Salvador (1 Pedro 1:11; 5:1). Hay algunos sufrimientos que soportamos sencillamente porque somos humanos y estamos sujetos al dolor; pero hay otros sufrimientos que nos vienen debido a que somos el pueblo de Dios y queremos servirle.
Nunca debemos pensar que la aflicción es un accidente. Para el creyente todo es designio de Dios.
Dios nos anima en todas nuestras tribulaciones enseñándonos por medio de su Palabra que es él quien permite que nos vengan las pruebas.
Dios está en control de las pruebas (v. 8). “Porque… fuimos abrumados sobremanera más allá de nuestras fuerzas, de tal modo que aun perdimos la esperanza de conservar la vida”.
Dios nos capacita para que soportemos nuestras pruebas (v. 9). Lo primero que él tiene que hacer es mostrarnos cuán débiles somos por nosotros mismos.
Dios nos libra de nuestras tribulaciones (v. 10). Pablo vio la mano de Dios librándolo, sea que mirara hacia atrás, a su alrededor, o hacia adelante.
La liberación divina vino en respuesta a la fe de Pablo, tanto como a la fe de las personas que oraban en Corinto (2 Corintios 1:11). “Este pobre clamó, y le oyó Jehová, y lo libró de todas sus angustias” (Salmo 34:6).
Dios se glorifica por medio de nuestras pruebas (v. 11). Cuando Pablo informó lo que Dios había hecho por él, un gran coro de alabanza y acciones de gracias ascendió de los santos al trono de Dios. El servicio más grande que tú y yo podemos rendir en la tierra es glorificar a Dios, y algunas veces ese servicio involucra sufrimiento. “El don concedido” se refiere a la liberación de Pablo de la muerte, ¡un maravilloso don en verdad!
Recuerda lo que Dios hace por medio de ti (2 Corintios 1:4b–7)
una de las razones para las pruebas es que tú y yo podamos aprender a ser fuentes de bendición para consolar y animar a otros. Debido a que Dios nos ha animado, nosotros podemos animar a los demás.
Por supuesto, si hemos experimentado tribulaciones similares, éstas pueden ayudarnos a identificarnos mejor con otros y a saber mejor cómo se sienten; pero nuestras experiencias no pueden alterar el consuelo de Dios. Esta sigue siendo suficiente y eficaz sin que importe cuáles hayan sido nuestras experiencias.
Algunas veces el sufrimiento nos guarda de pecar, como en el caso de Pablo (2 Corintios 12:7). El sufrimiento puede perfeccionar nuestro carácter (Romanos 5:1–5) y ayudarnos a participar del carácter de Dios (Hebreos 12:1–11).
Pero el sufrimiento también puede ayudarnos a ministrar a otros. Pablo experimentó problemas, no como castigo por algo que había hecho, sino como preparación para algo que todavía tenía por hacer: ministrar a otros en necesidad. Simplemente piensa en las pruebas que el rey David tuvo que atravesar para darnos el gran estímulo que hallamos en los Salmos.
Dios tiene que obrar en nosotros antes de poder obrar por medio de nosotros. Es mucho más fácil crecer en el conocimiento que crecer en la gracia (2 Pedro 3:18). Aprender la verdad de Dios y retenerla en nuestra cabeza es una cosa, pero vivir la verdad de Dios y hacerla parte de nuestro carácter es algo completamente diferente.
Ahora podemos entender mejor, lo importante es fijar nuestra atención en Dios y no en nosotros mismos. Recuerda lo que Dios es para ti: el “Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación” (2 Corintios 1:3). Recuerda lo que Dios hace por ti: él está contigo en medio de tus pruebas y hace que resulten para tu bien, y para su gloria. Finalmente, recuerda lo que Dios hace por medio de ti: y permítele que te use para animar a otros.