miércoles, 27 de julio de 2016

Creo.. más o menos!

Lectura bíblica: Lucas 17:5, 6
 
Si tuvieseis fe como un grano de mostaza, dirías a este sicómoro: ¡Desarráigate y plántate en el mar! Y el árbol os obedecería. Lucas 17:6


Lucy cree que Dios puede obrar en la vida de su amiga Teresa de modo que confíe en Jesús en el futuro; por eso, ora con frecuencia por Teresa y la invita a los estudios bíblicos.

Iván cree que puede aprender mucho acerca de confiar en Dios por medio de dedicar tiempo a estar a solas con él; por eso, se toma unos 10 a 15 minutos todas las mañanas para leer su Biblia y hablar con Dios en oración.

Es posible que pienses en la “fe” como la decisión que uno hace para confiar en Jesús como su Salvador. Pero fe es más que eso. La fe incluye todas las cosas que creemos acerca de Dios y todas las maneras como aprendemos a depositar nuestra confianza en él. Fe es lo que permite que Lucy e Iván comprendan lo que Dios está haciendo en su mundo.

Pero la fe puede ser inestable. Si has estado siguiendo a Jesús por un tiempo, es probable que hayas sentido algo así: “Señor, realmente creo en ti y en tu poder. Pero me está dando trabajo confiar en ti en medio de este desorden”.

Marcos 9 cuenta cómo un padre de familia con un hijo enfermo se sintió inseguro de su fe. Le rogó a Jesús que sanara a su hijo. “¡Ten misericordia de nosotros y ayúdanos!” (Marcos 9:22), clama el padre infeliz. Jesús lo anima a creer en él, porque “¡al que cree todo le es posible!” (versículo 23). Pero el desconcertado padre clama diciendo palabras desgarradoras: “¡Creo! ¡Ayuda mi incredulidad!” (versículo 24). ¿Está confundido ese papá? ¿Cómo puede creer y dudar al mismo tiempo? ¡Pero así es la realidad!

Y en Lucas 17 los discípulos le dijeron a Jesús que querían que les diera más fe en Dios. Rogaron: “Auméntanos la fe” (Lucas 17:5). Pero Jesús les sugirió que no necesitaban una fe enorme. Una fe pequeña como un grano de mostaza daría resultado, siempre y cuando esa fe fuera en él. De ser así, la fe de ellos lograría lo imposible, como desarraigar un árbol grande y arrojarlo al mar.
Entonces, ¿cómo obtienes más fe, la fe que reconoce lo que Dios está haciendo en tu mundo? Empiezas por empaparte de la Palabra. Romanos 10:17 dice: “La fe es por el oír, y el oír por la palabra de Cristo”. Cuanto más lees y recuerdas la Palabra de Dios, con más claridad verás lo que Dios está haciendo. Y, como resultado, ¡tu fe aumentará!
 
PARA DIALOGAR: ¿En qué ocasión has sentido que crees, pero que necesitas creer más?
 
PARA ORAR: Dile a Dios estas palabras: ¡Creo, pero ayúdame a no dudar!
 
PARA HACER: Dios quiere desafiar tu fe. Piensa en una manera en que te gustaría que obre en tu vida o en la vida de un amigo o de un familiar. Cuéntaselo a Dios. Ejercita tu fe orando diariamente por tu petición. ¡Y espera a ver qué pasa!

sábado, 23 de julio de 2016

¡Caído, pero no Derrotado!



2 Corintios 1:1–11


El desaliento no respeta a persona alguna. Es más, el desaliento parece atacar más a los que tienen éxito que a los que no lo tienen; porque mientras más alto subimos, mayor suele ser la caída. No nos sorprende, entonces, cuando leemos que el gran apóstol Pablo dice que “fuimos abrumados sobremanera más allá de nuestras fuerzas”, y que llegó incluso al punto de perder “la esperanza de conservar la vida” (2 Corintios 1:8). A pesar de la grandeza de su persona y ministerio, Pablo era tan humano como nosotros.
Si no fuera por su llamamiento de Dios y su interés por ayudar a las personas, Pablo podría haber escapado de estas cargas (2 Corintios 1:1). 

Había fundado la iglesia en Corinto y había ministrado allí por año y medio (Hechos 18:1–18). Cuando surgieron serios problemas en la iglesia después de su partida, envió a Timoteo para que los atendiera (1 Corintios 4:17) y luego escribió la carta que nosotros llamamos Primera de Corintios.
Desafortunadamente, las cosas empeoraron y Pablo tuvo que hacer una visita dolorosa a Corinto para tratar con los agitadores (2 Corintios 2:1 en adelante). Sin embargo no hubo solución. Entonces escribió una carta “dura y fuerte” que fue llevada por su compañero Tito (2 Corintios 2:4–9; 7:8–12). Después de mucha aflicción, Pablo nuevamente vio a Tito y recibió el informe de que iglesia en Corinto y había ministrado allí por año y medio (Hechos 18:1–18). 
Después de mucha aflicción, Pablo nuevamente vio a Tito y recibió el informe de que el problema se había resuelto. Fue entonces que escribió la carta que nosotros conocemos como Segunda de Corintios.


¿Cuál era el secreto de la victoria de Pablo cuando soportaba las pruebas? Su secreto era Dios. Cuando te halles desanimado y listo para darte por vencido, aparte de ti tu atención y enfócala en Dios. De su propia experiencia difícil, Pablo nos cuenta cómo podemos hallar ánimo en Dios. Nos da tres recordatorios sencillos.

Recuerda lo que Dios es para ti (2 Corintios 1:3)
 Ciertamente no podía alegrarse con respecto a sus circunstancias, pero sí podía alegrarse en Dios, el cual controla todas las circunstancias. Pablo había aprendido que la alabanza es un factor importante para alcanzar la victoria sobre el desánimo y la depresión. La alabanza cambia las cosas, tanto como la oración cambia las cosas.

¡Alábale porque él es Dios! 


Recuerda lo que Dios hace por ti (2 Corintios 1:4a, 8–11)
. Pablo se sentía oprimido por las circunstancias difíciles, y la única dirección en que podía mirar era hacia arriba. En 2 Corintios 1:5–6 Pablo usó la palabra griega pathema, “aflicciones”, la cual también se usa para referirse a los sufrimientos de nuestro Salvador (1 Pedro 1:11; 5:1). Hay algunos sufrimientos que soportamos sencillamente porque somos humanos y estamos sujetos al dolor; pero hay otros sufrimientos que nos vienen debido a que somos el pueblo de Dios y queremos servirle.
Nunca debemos pensar que la aflicción es un accidente. Para el creyente todo es designio de Dios. 

Dios nos anima en todas nuestras tribulaciones enseñándonos por medio de su Palabra que es él quien permite que nos vengan las pruebas.

Dios está en control de las pruebas (v. 8). “Porque… fuimos abrumados sobremanera más allá de nuestras fuerzas, de tal modo que aun perdimos la esperanza de conservar la vida”. 

Dios nos capacita para que soportemos nuestras pruebas (v. 9). Lo primero que él tiene que hacer es mostrarnos cuán débiles somos por nosotros mismos. 

Dios nos libra de nuestras tribulaciones (v. 10). Pablo vio la mano de Dios librándolo, sea que mirara hacia atrás, a su alrededor, o hacia adelante. 
La liberación divina vino en respuesta a la fe de Pablo, tanto como a la fe de las personas que oraban en Corinto (2 Corintios 1:11). “Este pobre clamó, y le oyó Jehová, y lo libró de todas sus angustias” (Salmo 34:6).

Dios se glorifica por medio de nuestras pruebas (v. 11). Cuando Pablo informó lo que Dios había hecho por él, un gran coro de alabanza y acciones de gracias ascendió de los santos al trono de Dios. El servicio más grande que tú y yo podemos rendir en la tierra es glorificar a Dios, y algunas veces ese servicio involucra sufrimiento. “El don concedido” se refiere a la liberación de Pablo de la muerte, ¡un maravilloso don en verdad!

Recuerda lo que Dios hace por medio de ti (2 Corintios 1:4b–7)
una de las razones para las pruebas es que tú y yo podamos aprender a ser fuentes de bendición para consolar y animar a otros. Debido a que Dios nos ha animado, nosotros podemos animar a los demás.
Por supuesto, si hemos experimentado tribulaciones similares, éstas pueden ayudarnos a identificarnos mejor con otros y a saber mejor cómo se sienten; pero nuestras experiencias no pueden alterar el consuelo de Dios. Esta sigue siendo suficiente y eficaz sin que importe cuáles hayan sido nuestras experiencias.
Algunas veces el sufrimiento nos guarda de pecar, como en el caso de Pablo (2 Corintios 12:7). El sufrimiento puede perfeccionar nuestro carácter (Romanos 5:1–5) y ayudarnos a participar del carácter de Dios (Hebreos 12:1–11).
Pero el sufrimiento también puede ayudarnos a ministrar a otros. Pablo experimentó problemas, no como castigo por algo que había hecho, sino como preparación para algo que todavía tenía por hacer: ministrar a otros en necesidad. Simplemente piensa en las pruebas que el rey David tuvo que atravesar para darnos el gran estímulo que hallamos en los Salmos.

Dios tiene que obrar en nosotros antes de poder obrar por medio de nosotros. Es mucho más fácil crecer en el conocimiento que crecer en la gracia (2 Pedro 3:18). Aprender la verdad de Dios y retenerla en nuestra cabeza es una cosa, pero vivir la verdad de Dios y hacerla parte de nuestro carácter es algo completamente diferente.

Ahora podemos entender mejor, lo importante es fijar nuestra atención en Dios y no en nosotros mismos. Recuerda lo que Dios es para ti: el “Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación” (2 Corintios 1:3). Recuerda lo que Dios hace por ti: él está contigo en medio de tus pruebas y hace que resulten para tu bien, y para su gloria. Finalmente, recuerda lo que Dios hace por medio de ti: y permítele que te use para animar a otros.



martes, 19 de julio de 2016

Busca la voluntad de Dios


 
Lectura bíblica: Salmo 37:1–7
 
Deléitate en Jehovah, y él te concederá los anhelos de tu corazón. Salmo 37:4


—Ya estoy haciendo todas esas cosas que tienen que ver con la voluntad universal de Dios —dice Carolina—. Obedezco a Dios en todo lo que puedo. Pero, ¿cómo puedo descubrir todas las cositas específicas que Dios quiere que haga cada día?

¡Carolina está en una posición ideal! Cuando te has comprometido a seguir la voluntad clara y universal de Dios, ha llegado el momento de escarbar y descubrir su voluntad específica.

Dios nos proporciona cuatro maneras de buscar sus planes:

Paso 1: Busca la voluntad de Dios en la Biblia. Conocer la Biblia es el punto de partida para centrarnos en la voluntad de Dios. No tenemos que determinar, por ejemplo, si está bien decir malas palabras para coincidir con nuestros amigos. Efesios 5:4 dice que las “bromas groseras… no son apropiadas”. Si nuestra idea de la voluntad de Dios no coincide con la Biblia, entonces no es la voluntad de Dios.

Paso 2: Busca la voluntad de Dios en la oración. Jesús les enseñó a sus discípulos a orar pidiendo que se hiciera la voluntad de Dios en la Tierra (ver Mateo 6:9, 10). Dios quiere que le pidamos la orientación que necesitamos, ¡y tan frecuentemente como la necesitemos!

Paso 3: Busca la voluntad de Dios en los consejos de otros. Dios coloca en tu vida a creyentes sabios y maduros que te pueden ayudar a descubrir la voluntad específica de Dios, personas como tus padres, abuelos, líderes juveniles, maestros de Escuela Dominical y pastores. Ellos tienen la experiencia que a nosotros nos falta.

Paso 4: Busca la voluntad de Dios en tus circunstancias. Dios nos puede dirigir abriendo y cerrando puertas en la vida. Es posible que domines algunos idiomas y quieras asistir a un costoso campamento de idiomas de un mes. Bueno, si te ofrecen una beca, eso puede significar que Dios te ha abierto una puerta. No recibirla puede significar que la cerró. Pero las circunstancias pueden engañar. Quizá haya otras maneras de poder ir al campamento, así que todavía puede ser esa la voluntad específica de Dios para tu vida.

Estamos seguros de la voluntad de Dios cuando hemos aprovechado al máximo las cuatro maneras como Dios quiere orientarnos. Pero, ¿de qué manera llegamos a una decisión definitiva?
Y aquí es donde Dios lo hace fácil. Si estás haciendo la voluntad universal de Dios y buscando su voluntad específica, tomas tu decisión así: Haces lo que quieres hacer. Cuando pones a Dios en primer lugar en tu vida, él promete darte los deseos de tu corazón (ver Salmo 37:4). ¿Y sabes qué? Si lo que tú quieres no coincide con la voluntad de él, él te lo hace ver bondadosamente.

PARA RESPONDER: ¿Qué sientes al saber que Dios te quiere tanto que te muestra su plan específico para tu vida?

PARA ORAR: Señor, gracias por tener un plan específico para nuestra vida. Queremos hacer tu voluntad en cada detalle.