miércoles, 28 de octubre de 2015

UN COMPROMISO A PRUEBA DE FUEGO

Sadrac, Mesac y Abed-nego respondieron al rey Nabucodonosor, diciendo: No es necesario que te respondamos sobre este asunto. Nuestro Dios, a quien servimos, puede librarnos del horno de fuego ardiente; y de tus manos, rey, nos librará. Y si no, has de saber, oh rey, que no serviremos a tus dioses ni tampoco adoraremos la estatua que has levantado. Daniel 3.16–18

¡Qué fácil nos resulta leer esta historia, sentados en la comodidad de nuestra casa y conociendo de antemano cómo fue el desenlace! Nuestra tendencia triunfalista nos lleva a creer que todas las historias terminan de manera espectacular cuando afirmamos nuestra fidelidad hacia Dios. Mas luego recordamos a Esteban, a Hus, a Bonhoeffer, o a Nee, para mencionar solamente a algunos de los muchos que pagaron con la vida su postura de fe.

No obstante, los tres audaces protagonistas del texto sobre el cual hoy reflexionamos nos dejan una importante lección acerca de nuestra postura en tiempos de persecución. Cabe aclarar que esta persecución no necesita ser tan dramática como la de Sadrac, Mesac y Abed-nego. De muchas maneras diferentes nos enfrentamos, día a día, a las mismas presiones que estos varones. No debemos dudar por un instante que las mismas fuerzas malignas buscan moldearnos a la imagen de lo que es aceptado por este mundo. Puede ser la presión de no pagar impuestos, de hacer trampa en un examen, de colaborar en algún proyecto deshonesto en el trabajo, o de ceder frente a las filosofías predominantes de estos tiempos.

Los tres israelitas se valieron de dos argumentos para responderle a Nabucodonosor. El primero, descansaba sobre una convicción profunda y radical de que Dios era el que iba a determinar su futuro, no el rey de Babilonia. Esta es la misma postura que adoptó Cristo frente a Pilato, quien pretendía convencerle de que tenía autoridad para hacer con él como quisiera. Mas Jesús le respondió: «Ninguna autoridad tendrías contra mí si no te fuera dada de arriba; por tanto, el que a ti me ha entregado, mayor pecado tiene» (Jn 19.11). Es decir, los hijos de Dios, en la hora de la prueba, no ceden frente a la tentación de creer que la situación en la que se encuentran está más allá del control del Altísimo. Saben que, aun en situaciones de las más atroces manifestaciones de maldad, existe un Dios soberano sin cuya autoridad no puede moverse nadie, ni siquiera el más malvado.

Los tres valientes de nuestra historia también se aferraban a una segunda convicción, y es que los hijos de Dios han sido llamados a una vida de obediencia incondicional. Frente a situaciones donde peligra aquello que garantiza su bienestar personal no dudan de escoger el camino de la lealtad hacia lo que es justo y bueno delante del Santo. En esto no permiten que su obediencia sea condicionada por ninguna circunstancia ni tampoco por ningún hombre. Ante tal postura se abren a la posibilidad de ver las más increíbles manifestaciones de gracia. En este caso, salieron ilesos del fuego. En el caso de Esteban, mientras moría vio el destino final de su fidelidad: los brazos de Aquel a quien no estaba dispuesto a negar.

Para pensar:

La palabra final, en toda historia humana, la tiene Aquel en cuyas manos esta escondida la vida misma.

Como saber si soy Salvo ?

 

En 2 Corintios 13:5 dice: "Pónganse a prueba para ver si están en la fe. Examínense a sí mismos. ¿O no se reconocen a ustedes mismos de que Jesucristo está en ustedes, a menos de que en verdad no pasen la prueba?"

Puede que alguna vez te hayan dicho que nunca debías dudar de tu salvación, pero aquí nos dice lo opuesto. Debemos examinarnos. Y esta es una de las razones por la cual Juan escribió su primera epístola:

"Estas cosas les he escrito a ustedes que creen en el nombre del Hijo de Dios, para que sepan que tienen vida eterna." 1 Juan 5:13

En el libro de Juan encontramos una serie de pruebas que nos ayudarán a determinar si somos verdaderos creyentes o no. Hay muchas, pero solamente veremos cinco de ellas.
¿Estás listo? Empecemos.

1. ¿ANDAMOS EN TINIEBLAS? "Si decimos que tenemos comunión con El, pero andamos en tinieblas, mentimos y no practicamos la verdad". 1Juan 1:6 ¿Contradice tu vida a la Palabra de Dios? ¿Vives constantemente un estilo de vida de pecado, mintiendo, robando (sin importar el valor), adulterando (si miras a una persona para codiciarla cometes adulterio en tu corazón, Mat.5:28), tomando el nombre de Dios en vano, maldiciendo, etc.? Y peor aún: ¿haces estas cosas mientras profesas ser un seguidor de Cristo? Esto se llama hipocresía. "El que practica el pecado es del diablo, porque el diablo ha pecado desde el principio…" 1Juan 3:8

2. ¿NEGAMOS TENER PECADO? "Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos y la verdad no está en nosotros". 1 Juan 1:8 ¿Eres sensible al pecado en tu vida? ¿Cuándo fue la última vez que lloraste o te quebrantaste porque habías ofendido a un Dios Santo? ¿Aborreces el pecado? ¿Si caes, recibes la disciplina del Señor, que Él da a todos sus hijos (Hebreos 12:5-11)?

3. ¿GUARDAMOS SUS MANDAMIENTOS? "Y en esto sabemos que Lo hemos llegado a conocer: si guardamos Sus mandamientos. El que dice: 'Yo Lo he llegado a conocer,' y no guarda Sus mandamientos, es un mentiroso y la verdad no está en él". 1 Juan 2:3-4 ¿Es tu vida consumida por un anhelo intenso de ser más como Jesús? ¿Es Cristo el centro de todo? ¿Podrían decir tus amigos y familia que Él es el amor más grande de tu vida y corazón? ¿Amas a su Palabra y te alimentas de ella constantemente? ¿Te deleitas en el Señor, pasando tiempo con Él en oración? ¿Te encanta compartir tiempo con otros cristianos? ¿Predicas el evangelio de Cristo a los perdidos?

4. ¿ABORRECEMOS ANUESTROS HERMANOS? "El que dice que está en la Luz y aborrece a su hermano, está aún en tinieblas". 1 Juan 2:9 ¿Tienes odio contra alguien en tu corazón? ¿Guardas rencor o amargura? ¿Has perdonado a todos? "Todo el que aborrece a su hermano es un asesino, y ustedes saben que ningún asesino tiene vida eterna permanente en él".1 Juan3:15

5. ¿AMAMOS AL MUNDO? "No amen al mundo ni las cosas que están en el mundo. Si alguien ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo". 1 Juan 2:15-16 ¿Amas las cosas del mundo (la música, las películas, las series de televisión, las discotecas, etc.)? Recuerda que cualquier cosa que no glorifica a Dios en este mundo glorifica al diablo. "No pondré delante de mis ojos cosa injusta. Aborrezco la obra de los que se desvían; ninguno de ellos se acercará a mí". Salmos101:3 ¿Puedes sentarte y disfrutar de un programa o una película que Dios absolutamente aborrece, lleno de los mismos pecados por los cuales Jesús tuvo que morir? ¿Amas y deseas las riquezas y cosas materiales? ¿Te atrae toda la ostentación y el glamour que este mundo ofrece? "¡Adúlteros! ¿No saben que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo se constituye en enemigo de Dios". Santiago 4:4

¿Cómo te fue en el examen? ¿Irás al cielo con el Señor, o serás uno de aquellos impostores que Jesús mandará al infierno? Si tu caminar no concuerda con la Palabra de Dios, es muy probable que no seas cristiano. Es nuestro sincero deseo que tengas una experiencia verdadera de salvación.

Recuerda que Jesús hizo algo por ti para que no tengas que morir en tus pecados. Él sufrió y murió en la cruz, llevando sobre su cuerpo tus pecados y el castigo que justamente merecías: la ira de Dios. Él derramó su sangre y se hizo una maldición para que tú puedas tener vida eterna. Y resucitó de entre los muertos en el tercer día y venció a la muerte.

Entonces, ¿qué debemos hacer para ser salvos? La Biblia dice que tenemos que nacer de nuevo (Juan 3:3). La única forma que podemos hacerlo es por medio del arrepentimiento y la fe.
El arrepentimiento significa pedirle perdón a Dios y apartarnos del pecado, estando dispuestos a dejar nuestro estilo de vida pecaminoso. Tener fe en él no significa creer intelectualmente (los demonios creen y tiemblan, Santiago 2:19), sino poner toda nuestra confianza en él y su obra completada en la cruz, entregarle todo nuestro corazón. Si haces esto Dios realmente te salvará y te dará un nuevo corazón con nuevos deseos. Serás una nueva criatura en Cristo (2 Cor.5:17) y empezarás una verdadera relación con él. Y la Biblia dice que en verdad sabrás que eres un hijo de Dios: "El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios." Romanos 8:16

¿Después de tan grande sacrificio que Jesús hizo por ti en la cruz, no crees que Él merece todo? ¿Menospreciarás el regalo que te ofrece o le entregarás toda tu vida? Por favor, arrepiéntete y pon tu fe en Él antes de que sea muy tarde. !Hazlo hoy! 2 Corintios 6:2

martes, 27 de octubre de 2015

UN CORAZÓN DIVIDIDO

Acab convocó a todos los hijos de Israel, y reunió a los profetas en el monte Carmelo. Entonces Elías, acercándose a todo el pueblo, dijo: ¿Hasta cuándo vacilaréis vosotros entre dos pensamientos? Si Jehová es Dios, seguidle; si Baal, id en pos de él. Y el pueblo no respondió palabra. 1 Reyes 18.20–21


Cuando Elías confrontó al pueblo en el Monte Carmelo, los israelitas ya tenían una larga historia de prostitución con los dioses de la tierra. Antes de desafiar a los profetas de Baal, sin embargo, el profeta enfrentó al pueblo con las palabras que hoy forman parte de nuestro devocional. Aunque los líderes habían conducido al pueblo de Dios por un camino que no les convenía, ninguna persona podía escudarse detrás de este hecho. La pregunta que lanzó Elías hacia el pueblo muestra que creía firmemente que cada persona presente era, en última instancia, responsable de su propio pecado.

La clave de la situación que estaba viviendo el pueblo se encuentra en la palabra «vacilar». El diccionario de sinónimos nos presenta esta lista de términos similares: titubear, oscilar, balancear, fluctuar. Todas estas palabras dan una clara idea del estado en el que se encontraba el pueblo. No tenían un rumbo definido. No estaban comprometidos con una sola cosa. No poseían la seguridad, inamovible, de aquellos que saben dónde están plantados en la vida.
Debemos notar que esta situación afecta particularmente al pueblo de Dios.

Los que no son parte de su casa están enteramente entregados al camino de las tinieblas. No experimentan más que un titubeo ocasional por el testimonio de sus propias conciencias. La mayoría del tiempo, sin embargo, avanzan seguros por el camino que recorren todos los que están a su alrededor. Es el camino de la mayoría y no tienen por qué cuestionar si es el más apropiado para sus vidas.

La situación del hijo de Dios indeciso, en cambio, es la más desdichada de las condiciones. No es ni una cosa ni la otra. Habiendo probado lo que es la vida de la mano de Dios, ha optado por volver a recorrer el camino que había descartado. No logra, sin embargo, olvidarse de lo que ha experimentado cerca de Jehová, de modo que este camino ya no le produce la satisfacción que le dio en otro tiempo. Tampoco disfruta de la comunión plena con el Padre, porque su corazón está contaminado con las preocupaciones que son propias de los que andan en tinieblas.

La descripción más exacta de este desdichado estado la dejó el rey cuyo corazón nunca estuvo enteramente entregado a Dios: Salomón. Intentó caminar por los dos caminos a la vez. Sus conclusiones están relatadas en el libro de Eclesiastés, donde declara una y otra vez: «todo es vanidad de vanidades».

Elías invita al pueblo a una postura de entrega absoluta, ya sea para un lado o para el otro. La vacilación nos paraliza y nos llena de dudas y temores. Cuando nos decidimos por un camino, es bueno que no cuestionemos más la decisión, sino que avancemos con paso firme y confiado, por el rumbo que creemos adecuado.

Para pensar:

«No piense, pues, quien tal haga, que recibirá cosa alguna del Señor, ya que es persona de doble ánimo e inconstante en todos sus caminos» (Stg 1.7–8).
Un compromiso a prue

lunes, 26 de octubre de 2015

SOLO PARA OSADOS

Entonces le respondió Pedro, y dijo: «Señor, si eres tú, manda que yo vaya a ti sobre las aguas». Y él dijo: Ven. Y descendiendo Pedro de la barca, andaba sobre las aguas para ir a Jesús. Mateo 14.28–29


He escuchado decenas de enseñanzas sobre este pasaje y yo mismo lo he usado en más de una predicación. En la mayoría de estas exposiciones he visto una tendencia que es demasiado común entre nosotros: enfocarnos en el error cometido. En este caso, usamos la aventura de Pedro para ilustrar lo importante que es mantener los ojos sobre Cristo para no naufragar en nuestros emprendimientos. No debemos mirar las olas, como él lo hizo. No deja de ser verdad lo que afirmamos, pero en el camino hemos perdido la oportunidad de apreciar la completa dimensión de la experiencia del discípulo.
La enseñanza de un amigo, que fue excelente maestro de la Palabra, me llevó a contemplar este pasaje desde otra perspectiva. En primer lugar, debemos notar que Pedro nos provee de un muy buen ejemplo acerca de cómo debemos encarar un proyecto. Cuando nos desborda el entusiasmo, tendemos a lanzarnos a un proyecto sin previa meditación. En el camino elevamos una oración a Dios pidiendo que nos bendiga en nuestro emprendimiento, aunque ya hemos tomado la decisión de realizarlo pase lo que pase. Pedro mismo, cuando negó a Cristo, pagó el precio de actuar de esta forma.
En este incidente, no obstante, Pedro sintió en su corazón el deseo de experimentar lo mismo que estaba haciendo su amigo Jesús. Tome nota que, a pesar de esto, no se lanzó al agua. «Señor, si eres tú, manda que yo vaya a ti sobre las aguas». Este es el correcto proceder en cualquier emprendimiento que queramos realizar. Debemos detenernos para preguntarle al Señor si él nos da la autorización para movernos, aun cuando todas las circunstancias parezcan indicar que estamos frente a una oportunidad sin igual.
Esta lección es especialmente importante para los que estamos al frente de diversos ministerios. Es sumamente fácil caer en la tentación de elaborar proyectos para Dios, creyendo que todo lo que hacemos en su nombre automáticamente goza de su bendición. Nuestros caminos no son sus caminos. La disciplina de detenerse y buscar autorización de lo alto es una de las más cruciales para un ministerio eficaz.
En segundo lugar, quisiera hacerle notar la osadía del pedido de Pedro. Él no quería perderse esta oportunidad. Cuando escuchó la invitación se largó a caminar sobre las olas. ¡Qué experiencia tan extraordinaria!
Es verdad que terminó hundiéndose, pero se dio el gusto de experimentar algo fuera de serie. Los otros once discípulos permanecieron en la seguridad del bote. De alguna manera esta escena capta lo que es la iglesia. La mayoría de nosotros preferimos la seguridad del bote, mientras criticamos a los que intentan algo nuevo. Algunos pocos, atrevidos en la fe, prefieren la aventura de andar en las alocadas propuestas de Cristo.
Imagine a los discípulos, ya viejos. Los once, quizás, podrían contarle a otros: «conocimos a un hombre que caminó sobre las aguas». Solamente Pedro, sin embargo, podría decir: «una vez, de joven, ¡anduve sobre las aguas!»

Para pensar:

«Un hombre con coraje es mayoría». Andrés Jackson.

domingo, 25 de octubre de 2015

REUNIDOS EN SU NOMBRE

Otra vez os digo que si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra acerca de cualquier cosa que pidan, les será hecho por mi Padre que está en los cielos, porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos. Mateo 18.19–20

Debo confesar que, francamente, este versículo me incomoda. Contiene declaraciones que no cuadran con mi interpretación del evangelio, ni tampoco con lo que he visto dentro de la iglesia.
Para empezar, comparte esta increíble afirmación: «si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra acerca de cualquier cosa que pidan, les será hecho por mi Padre…» ¿Acaso Cristo se refería a que el Padre actuaría conforme a lo que nosotros acordamos en la tierra? ¡Esto mismo parecen decir las palabras del texto! Pero, ¿cómo puede ser esto? ¿De veras que el Padre está dispuesto a hacer lo que le pidamos?
Nuestra reacción inicial es la de calificar, explicar o dar vuelta el sentido de las palabras. Nuestros argumentos, no obstante, no harán que desaparezcan ni que las mismas dejen de incomodarnos. Este «poder» de lograr que el cielo se alinee con nuestras peticiones nos ha sido concedido. La manifestación de esta verdad, sin embargo, es rara. ¿Por qué? Porque depende de que dos o tres se pongan de acuerdo. ¡Es tan sencilla la declaración y tan difícil su realización! Nuestro incansable compromiso con nosotros mismos presenta un notable escollo en el camino a recorrer. Queremos ser los dueños de una idea, los que la engendran y controlan, los protagonistas en todo. Estas mismas actitudes son las que impiden que podamos ponernos de acuerdo, pues esto solamente es posible cuando lo nuestro muera.
Y ¿qué podemos decir de la segunda parte del versículo? ¿En cuántos lugares he oído la consabida proclama que Cristo está presente, porque hay dos o tres reunidos? ¿Será tan sencilla la cosa? ¿Dos o tres cristianos nos presentamos físicamente en el mismo lugar y el Señor, automáticamente, se hace presente? ¿Qué pasa cuando estos dos o tres no se hablan más que los domingos? ¿Cómo puede estar presente Cristo entre dos o tres cuyo único acuerdo es el de orar juntos, cómo si esto garantizara la unidad de espíritu?
La condición para la manifestación de Cristo en nuestro medio no es que seamos dos o tres, ni tampoco que estemos reunidos en un mismo lugar. Es, más bien, que todo esto sea en su nombre. Es decir, los tres presentes reconocemos que es necesaria una sumisión conjunta a su persona. Nuestra reunión, no obstante, no es la suma de mi sumisión, más la sumisión de mis hermanos. Como comunidad, nos rendimos a sus pies e, inevitablemente, ¡nos rendimos a los pies los unos de los otros! Solamente cuando estemos dispuestos a darle la misma honra a los que están con nosotros será posible que Cristo acompañe.

Para pensar:

¡Qué interesante la realidad señalada por Cristo! «Allí estoy yo en medio de ellos». No está identificado con ningún individuo, ni otorga preferencia a uno por encima del otro. Está en medio de ellos. Es el Dios de una comunidad de fe, igualmente accesible a todos, igualmente deseoso de bendecir a cada uno.

viernes, 23 de octubre de 2015

A LA MITAD DEL CAMINO


«Edificamos, pues, el muro, y toda la muralla fue terminada hasta la mitad de su altura, porque el pueblo tuvo ánimo para trabajar.»
Nehemías 4:6

Una de las palabras que se utiliza en el libro de Nehemias, particularmente en los capítulos 3 y 4, es mitad, por ejemplo: se habla de ser gobernador de la mitad de Bet-sur, gobernador de la mitad de la región de Keila, la mitad de los siervos trabajaba en la obra y la mitad tenia lanzas, escudos, arcos y corazas. La mitad de los príncipes de Juda, la mitad de oficiales y la mitad de los hijos de Osaias hablaban la lengua de Asdod y no judaico. 

Nehemias nos comparte que la muralla de Jerusalen había sido terminada hasta la mitad de su altura, por que el pueblo tuvo animo para trabajar. El reporte en 6:15 es que ¨fue terminado, pues, el muro, el veinticinco del mes de Elul, en cincuenta y dos días.¨Significa que tomaron mayor ánimo y llegaron al final del plan trazado.

Seguramente para concluir un año de actividades, para terminar un proyecto,  llegar a la meta que en este año nos hemos personalmente propuesto, necesitamos ánimo, esfuerzo, denuedo, valor y coraje para lograrlo. Por supuesto, no significa que será fácil o que no tendremos obstáculos, sino que a pesar de todo nos proponemos seguir adelante.

Por motivo de casarse, Maritza dejo su carrera universitaria a la mitad. Cuando habían pasado algunos años y ya tenia dos hijas, sus padres le animaron a terminar lo que había dejado inconcluso. Con una mayor responsabilidad, ahora Maritza esta cerca de llegar a la meta de ser una profesionista. Un poco de animo sirvió para que se decidiera a concluir un proyecto inconcluso y así llegar a la meta propuesta con éxito.

Pide a Dios que te ayude en lo que resta de este año para alcanzar alguna meta propuesta, tal vez iniciaste con un plan de lectura anual bíblico, o levantarte temprano y dedicar un tiempo especial en oración, lo que sea que te hayas propuesto para fortalecer tu vida cristiana, aún es tiempo de retomarlo y seguir adelante.