jueves, 12 de febrero de 2015

QUE HUMILDAD TAN ORGULLOSA




Lectura:

 Dos hombres subieron al templo a orar: uno era fariseo,  y el otro publicano.   El fariseo,  puesto en pie,  oraba consigo mismo de esta manera:  Dios,  te doy gracias porque no soy como los otros hombres,  ladrones,  injustos,  adúlteros,  ni aun como este publicano;  ayuno dos veces a la semana,  doy diezmos de todo lo que gano.  Mas el publicano,  estando lejos,  no quería ni aun alzar los ojos al
cielo,  sino que se golpeaba el pecho,  diciendo: Dios,  sé propicio a mí,  pecador. 
Os digo que éste descendió a su casa justificado antes que el otro;  porque cualquiera que se enaltece,  será humillado;  y el que se humilla será enaltecido. (Lucas 18:10-14)

Siendo sincero frente al espejo de la palabra de Dios, más de una vez me he encontrado a mí mismo orando con la misma arrogancia de este fariseo. Más de una vez he orado en lo público y lo privado con una pretensión más que vergonzosa  y me he dirigido Dos con palabras impropias para un necesitado. ¿Pero es que quién creo que soy?  ¿Cómo puedo olvidar tan fácil que solo soy un esclavo y además deudor, mientras Él es el SEÑOR DE SEÑORES, EL REY DE REYES, EL UNICO DIOS, EL UNICO DIGNO DE ALABANZA, EL UNICO SOBERANO? ¿Cómo es tan fácil contagiarse de ese lenguaje propio de quien cree tener, merecer o poder? No estaría de más recordar la advertencia:

Porque tú dices: Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad; y no sabes que tú eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo. Por tanto, yo te aconsejo que de mí compres oro refinado en fuego, para que seas rico, y vestiduras blancas para vestirte, y que no se descubra la vergüenza de tu desnudez; y unge tus ojos con colirio, para que veas. (Ap. 3:17 - 18)

Me pregunto  ¿cuantas veces habre orado al complaciente dios de mi imaginación por la comodidad que caracteriza sus cortas y aduladoras charlas?

Además de esto, que triste es  escuchar y observar como el humanismo neoerista se ha introducido de manera espeluznante en la iglesia.

Esto ha llevado a que muchos cristianos dejaran de vivir y compartir un  evangelio Cristo céntrico, para contentarse y promover uno antropocéntrico, donde el dios yo se vuelve soberano señor de sus deseos, ambiciones y aspiraciones. Con asombro vemos que con una sutileza a veces no tan fácil de detectar, se sustituye la dependencia al Espíritu Santo por la humanista metafísica mística, promovida por la nueva era. (Aunque lo neguemos o ignoremos)

Ahora cada día es más común encontrarte o escuchar cristianos revestidos de una soberbia "espiritual", auto acreditándose credenciales, títulos, jerarquías y méritos, de tal modo que hacen de su vida de fe y de oración algo muy distinto a lo que Dios en su palabra nos ha enseñado y Jesucristo nos ha modelado.

Hoy peligrosamente pareciera que la misma arrogancia del fariseo se ha apoderado de muchos de nosotros. Pero ¿quién nos enseñó que el poder de Dios lo recibimos para convertirnos en diositos, magos, o metafísicos y no para predicar el evangelio, luchar contra el pecado y manifestar su amor?

¿Quién nos enseñó a orar a nosotros mismos y en lugar de la humillación, el clamor y el ruego nos paramos ante la necesidad con un deseo de protagonismo y con fórmulas como YO DECRETO, YO ARREBATO, YO DECLARO?

Jesús dijo:

Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados,  y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros,  y aprended de mí,  que soy manso y humilde de corazón;  y hallaréis descanso para vuestras almas;  porque mi yugo es fácil,  y ligera mi carga. (Mt 11:28-30)

Hemos de considerar lo siguiente en su original para apreciar lo que Jesús nos invita a aprender :

MANZO: (Praos) Es la disposición de espíritu con la que aceptamos los tratos de Dios con nosotros como buenos, y por ello los aceptamos sin discutirlos ni resistirlos.



HUMILDE: Aquel que se sabe  bajo, y que no se levanta mucho de la tierra,  por reconocer su baja condición y su gran necesidad.



La biblia es muy clara en cuanto a la manera correcta de creer, orar, luchar, esperar y recibir.¿Pero entonces de donde él?:

 ¿YO DECLARO?

 ¡Vamos ahora!  Los que decís: Hoy y mañana iremos a tal ciudad,  y estaremos allá un año,  y traficaremos,  y ganaremos; cuando no sabéis lo que será mañana.  Porque  ¿qué es vuestra vida?  Ciertamente es neblina (¿Visualización?) Que se aparece por un poco de tiempo,  y luego se desvanece. En lugar de lo cual deberíais decir: Si el Señor quiere,  viviremos y haremos esto o aquello. Pero ahora os jactáis en vuestras soberbias.  Toda jactancia
semejante es mala; (Stg 4:13-16)

 ¿YO DECRETO?

Todos los habitantes de la tierra son considerados como nada;  y él hace según su voluntad en el ejército del cielo,  y en los habitantes de la tierra,  y no hay quien detenga su mano,  y le diga:   ¿Qué haces? (Dan 4:35)

¿YO ARREBATO?

 No obstante,  de la misma manera también estos soñadores mancillan la carne,  rechazan la autoridad y blasfeman de las potestades superiores. Pero cuando el arcángel Miguel contendía con el diablo,  disputando con él por el cuerpo de Moisés,  no se atrevió a proferir juicio de maldición contra él,  sino que dijo: El Señor te reprenda.  Pero éstos blasfeman de cuantas cosas no conocen;  y en las que por naturaleza conocen,  se corrompen como animales irracionales.   ¡Ay de ellos!  Porque han seguido el camino de Caín,  y se lanzaron por lucro en el error de Balaam,  y perecieron en la  contradicción de Coré. (Jud 1:8-11)

¿Cuándo se convirtió Naamán en nuestro ejemplo de cómo pedir? (2 de reyes 5:9-19). ¿Cómo olvidamos la aprobación que Jesús hiso a la fe del centurión, a la forma de pedir de la mujer siro fenicia y la paciente perseverancia de la viuda ante el juez injusto? (Mateo 8:5-9, Marcos 7:24-30, Lucas 18:3-8)

Para concluir:

Codiciáis, y no tenéis; matáis y ardéis de envidia, y no podéis alcanzar; combatís y lucháis, pero no tenéis lo que deseáis, porque no pedís. Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites.   !!Oh almas adúlteras! ¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios.  ¿O pensáis que la Escritura dice en vano: El Espíritu que él ha hecho morar en nosotros nos anhela celosamente? Pero él da mayor gracia. Por esto dice: Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los
humildes.   Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros. Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros. Pecadores, limpiad las manos; y vosotros los de doble ánimo, purificad vuestros corazones. Afligíos, y lamentad, y llorad. Vuestra risa se convierta en lloro, y vuestro gozo en tristeza.   Humillaos delante del Señor, y él os exaltará. (Stg 4:2-10)

Dios nos permita ser humildes y estar dispuestos a aprender a creer correctamente, a pedir correctamente, a esperar correctamente, a luchar
correctamente y a recibir correctamente. Y como aquel despreciado publicano, sin siquiera levantar la vista roguemos al Señor "se propicio a mi pecador"

DIOS LES BENDIGA........DIOS ES BUENO
 

jueves, 5 de febrero de 2015

Orar con visión


Dijo también el Señor: Simón, Simón, Satanás os ha pedido para zarandearos como a trigo; pero yo he rogado por ti, para que tu fe no falte; y tú, una vez vuelto, confirma a tus hermanos. Lucas 22.31–32.


Esta declaración de Jesús a Pedro revela un nivel de compromiso y discernimiento del Hijo de Dios que muestra cuán profundamente espiritual era su peregrinaje por esta tierra. Sus palabras contienen al menos cuatro importantes principios para nuestros ministerios.
En primer lugar, vemos que Jesucristo había asumido un intenso compromiso con sus discípulos. Esto se tradujo en un fuerte deseo de cubrir sus vidas y utilizar todos los recursos a su disposición para producir en ellos el cumplimiento de la voluntad de Dios. Era un hombre que llevaba a su equipo en su corazón, en todo tiempo y lugar.
En segundo lugar, el conocimiento de la inminente prueba por la cual iba a atravesar el discípulo movilizó a Cristo a interceder por él. Muchas veces, las dificultades que vemos a nuestro alrededor nos llevan a comentarlas con otros, a lamentarnos mutuamente de lo duro que es la vida, o lo difícil que es la situación. Sin darnos cuenta, entramos en un estado de desánimo y derrota. Cristo hizo lo mejor que pudo hacer, rogó por la vida de su discípulo.
En tercer lugar, vemos que Cristo no oró para que Pedro fuera librado de la prueba. La cultura occidental, dedicada a la incansable búsqueda de una vida cómoda y sin sobresaltos, ha afectado tanto nuestra perspectiva que muchas de nuestras oraciones no son más que pedidos para que Dios acomode las circunstancias que nos rodean a nuestro gusto. Deseamos evitar las complicaciones y las pruebas que son comunes a la mayoría de los seres humanos. El Mesías, sin embargo, no oró en esta dirección. Pidió que Pedro pudiera salir ileso de la prueba, aferrado a la fe, sin la cual es imposible agradar a Dios.
En cuarto lugar, Cristo se dirigió a Pedro y le recordó el objetivo de su vida: confirmar a sus hermanos. Cuando pasamos por una prueba muy fuerte, tenemos tendencia a detenermos y hundirnos en un sin fin de especulaciones acerca de lo que nos ha tocado vivir. El resultado es que dejamos de avanzar hacia las metas que Dios ha marcado para nuestras vidas. Cristo le recordó a Pedro que del otro lado de la prueba existía un llamado que debía ser cumplido. En esta exhortación encontramos no solamente que el Maestro le daba una perspectiva correcta de las cosas, sino que también le comunicaba un voto de confianza. Creía que iba a salir bien de la prueba, y le animaba a seguir adelante.

Para pensar:

La gran misionera a India, Amy Carmichael, fue durante los últimos veinte años de su vida, una inválida. Sin embargo tocó la vida de miles de personas por medio de la oración. Un comentarista nos dice lo que ella creía: «Antes de que podamos orar la oración de intercesión, en fe, necesitamos primeramente descubrir cuál es la voluntad de Dios. Un corazón que escucha y responde, formado en la obediencia, será indispensable para esto. Las deducciones y las presunciones no sirven. Solamente podremos orar con eficacia cuando Él nos ha revelado su voluntad. Nuestra oración no será, entonces, tanto nuestra oración como la oración de Dios en nosotros».