viernes, 29 de mayo de 2015

UNO DE LOS GRANDES REGALOS DE DIOS



Lectura bíblica: Colosenses 3:1–4
 
Siendo, pues, que habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba. Colosenses 3:1
Ayer oíste de cinco amigos que perdieron la vida llevando las buenas nuevas de Dios a la tribu huaorani en Ecuador. Vota: ¿Cuál es tu reacción al enterarte de Jim Elliot y sus compañeros?
• Quiero ser igual que Jim. Háganme una reservación para un vuelo a la selva esta tarde.
• Estoy escondido detrás del sillón y no pienso salir hasta que todos en el planeta sean cristianos.
• Creo que Jim y sus amigos hubieran estado más seguros participando de una reunión social en una iglesia.
• Quiero seguir a Jesús pase lo que pase, ser valiente como Jim sea lo que sea que tenga que enfrentar.

Es temerario lanzarse de cabeza en una situación que no comprendemos. Es cobarde si lo único que pensamos es quedarnos seguros en casa, no que las reuniones sociales en la iglesia sean malas. Pero la última opción… esa es la difícil. ¿Quién puede saber a dónde nos llevará Jesús?
Tema para comentar: ¿Qué significa si decimos: “Quiero ser valiente”? ¿Qué puede suceder si seguimos a Jesús?

Jim Elliot y sus amigos no estaban buscando un viaje temprano al cielo.viaje temprano al cielo. Su meta al llevar el evangelio a los huaorani era dar vida, no muerte. No obstante, fueron llamados a dar su vida. Y, sin duda alguna, ellos y sus familias creían que era un precio digno de pagar!
Esos misioneros tenían un secreto. Sabían que para los huaorani y para ellos mismos, la vida terrenal no dura para siempre. Pero una relación con Jesucristo sí. Y cambiaron algo temporario por algo permanente. Tal como escribió Jim Elliot en su diario antes de morir: “No es ningún tonto el que renuncia a lo que no puede retener con el fin de obtener lo que no puede perder”.

Estos amigos misioneros no estaban pensando sólo en la tierra. Habían puesto su mente en el cielo. Y sabían que la vida verdadera era con Cristo.
No podemos retener para siempre nuestra vida ni ninguna de las cosas terrenales. Pero las cosas buenas que Dios nos promete durarán por la eternidad. Jim Elliot y sus amigos tenían su corazón puesto en las cosas que duran. Sabían exactamente dónde los llevaría Jesús. ¿Sabes dónde te llevará a ti?
 
PARA DIALOGAR: ¿Qué es lo que hace que seguir a Jesús valga la pena? ¿Qué beneficios de ser cristianos disfrutan en este mismo momento?
 
PARA ORAR: Señor, nos sentimos inspirados por la dedicación de estas cinco familias misioneras en Ecuador. Ayúdanos a ser valientes donde quiera que nos guíes.
 
PARA HACER: Contáctense con una familia misionera por correo electrónico o por correo aéreo. Díganles que están orando para que sean valientes.


jueves, 28 de mayo de 2015

TODO PARA JESUS

Lectura bíblica: Marcos 6:14–29
 
Si alguno viene a mí y no aborrece… su propia vida, no puede ser mi discípulo. Lucas 14:26
El domingo a la tarde, el 8 de enero de 1956, cinco jóvenes se encontraban en la playa de un río poco profundo. Miraban intensamente hacia la selva, buscando los rostros de los indios huaorani del Ecuador. Durante la semana, los misioneros habían pasado con su avioneta por encima del asentamiento junto al río, dejando caer obsequios con la esperanza de tener un encuentro amistoso con los huaorani. El viernes anterior, un hombre y dos mujeres huaorani habían realizado una visita amistosa a los misioneros en su campamento en la playa. Ahora los misioneros esperaban ansiosamente un segundo encuentro cara a cara con los huaorani.
Mientras los cinco se encontraban de pie a la orilla del río, hubo un movimiento en las malezas cercanas. Varios guerreros huaorani armados con lanzas atacaron a los misioneros. Minutos después los cinco jóvenes había perdido la vida a la orilla de aquel río.
La historia de Jim Elliot y los otros cuatro misioneros fue una de las noticias sobresalientes de la década de 1950. Cinco individuos —y las familias que dejaron— dieron prueba de que el mandato de Jesús de contar al mundo de él les importaba más que la propia vida. Las familias de estos hombres siguieron trabajando en Ecuador y más adelante ayudaron a los huaorani a aprender a seguir a Jesucristo.
Tema para comentar: ¿Por qué habrán tratado Jim Elliot y sus cuatro compañeros de ser amigos de una tribu que sabían que era hostil?
Vivir para Jesús significa que no hay nada más importante para ti que descubrir lo que Jesús quiere que hagas, y luego hacerlo. Para estos misioneros, eso era testificar de Cristo a los huaorani.
La mayoría nunca enfrentaremos una prueba de vida o muerte de nuestra fe como aquellos cinco jóvenes en la selva. Pero podemos dar nuestra vida como una sacrificio vivo. ¿Recuerdas lo que Pablo escribió a los Romanos? Lee lentamente este gran versículo: “Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios que presentéis vuestros cuerpos como sacrificio vivo, santo y agradable a Dios, que es vuestro culto racional” (Romanos 12:1).
Pocos serán los cristianos llamados a morir llevando el evangelio a una tribu en alguna selva. ¡Pero cada uno de nosotros puede obedecer el mandato de Jesús de dar nuestra vida al decidir obedecerle no importa lo que nos pida o donde nos lleve!
 
PARA DIALOGAR: ¿En qué consiste vivir toda la vida para Jesús aunque no sean misioneros?
 
PARA ORAR: Señor, danos valentía para obedecerte aunque tengamos que renunciar a todo.
 
PARA HACER: Muchos misioneros todavía arriesgan su vida por Jesús. Pregúntenle a su pastor si su iglesia sostiene a creyentes que trabajan en países hostiles y “cerrados”.
 

FIRMES EN LA FE

Mantengamos firme la profesión de nuestra esperanza sin vacilar, porque fiel es el que prometió. Hebreos 10.23 (LBLA)


Muchas de las angustias que sufrimos en la vida cristiana no tienen que ver con las circunstancias adversas de nuestra vida. Más bien sentimos dolor cuando nuestro ser interior no tiene la capacidad de sobreponerse a las dificultades y contratiempos que se nos presentan. Si nuestro bienestar dependiera exclusivamente de un entorno agradable, ¡habría pocas esperanzas de una vida plena para la mayoría de nosotros! El versículo de hoy nos anima a una firmeza interior que no descarta, en momentos de desesperación, la profesión de esperanza que alguna vez hicimos.
La esperanza es un aspecto crucial de la vida cristiana. Por esto, el apóstol Pablo oró por la iglesia de Éfeso para que los ojos de sus corazones fueran iluminados a fin de que supieran «cuál es la esperanza de su llamamiento» (1.18 - LBLA). En Tesalonicenses felicita a la iglesia por su «constancia en la esperanza en nuestro Señor Jesucristo» (1.3). La esperanza anima nuestro corazón porque trae consigo la promesa de cosas mejores.
La mayoría de nosotros, sin embargo, no tenemos más que una idea muy borrosa de lo que implica la esperanza que tenemos en Cristo. Sabemos que se nos ha prometido la vida eterna, pero no estamos muy seguros de qué se trata el asunto. ¡Esta esperanza no inspira ni fortalece el corazón de nadie!
No ha de sorprendernos, entonces, que exista un alto grado de fluctuación en nuestra esperanza.
Depende de las circunstancias y los sentimientos en los diferentes momentos de la vida. Cuando las cosas se presentan agradables, nuestra profesión se mantiene firme. En tiempos de crisis, titubeamos entre la esperanza y la desesperanza.
Note usted que el autor de Hebreos se desentiende completamente del tema de las particularidades de nuestra situación personal. Más bien señala que es el carácter irreprochable y absolutamente confiable de Aquel que nos ha dado esperanza, lo que debe motivarnos a mantenernos firmes. Si él ha prometido una vida plena y abundante para aquellos que creen, haciendo brotar en ellos ríos de agua viva, entonces él es fiel para producir esto.
Precisamente en este punto es que se derrumba la fe. En tiempos de crisis tendemos a cuestionar la bondad de Dios y su confiabilidad como nuestro guardador. Piense en las innumerables circunstancias en el desierto, en que los israelitas cuestionaron el carácter de Dios. ¡Cuántas veces dudaron de las buenas intenciones del Señor para con ellos! Y esas dudas los llevaron una y otra vez a mirar con nostalgia la vida que habían dejado en Egipto.
No es posible vivir una relación de intimidad con Dios si no tenemos absoluta certeza de la confiabilidad de su persona. Por esta razón, el autor de Proverbios animaba: «Confía en Jehová con todo tu corazón y no te apoyes en tu propia prudencia» (3.5).

lunes, 25 de mayo de 2015

RAICES DE AMARGURA

Buscad la paz con todos y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor. Mirad bien de que nadie deje de alcanzar la gracia de Dios; que ninguna raíz de amargura, brotando, cause dificultades y por ella muchos sean contaminados. Hebreos 12.14–15 (LBLA)


Este pasaje presenta varios puntos interesantes sobre el problema de la raíz de amargura en la vida de los cristianos. Primeramente, observe que el contexto del problema se encuentra en el marco de las relaciones interpersonales. El pasaje comienza animando a los hebreos a que procuren vivir sus relaciones en un ámbito de paz y santidad. Esto quiere decir llevar la interacción con otras personas a una dimensión totalmente diferente a la que usualmente se ve entre los que no son de la casa de Dios. Las relaciones deben estar caracterizadas por una pureza y un bienestar que testifican el obrar del Espíritu en todo momento. Los conflictos y las diferencias se resuelven dentro un marco de armonía y respeto mutuo.
Es justamente con esta perspectiva, entonces, que se puede entender la advertencia contra la manifestación de una raíz de amargura. El término que usa el autor «raíz de amargura» es particularmente gráfico. La raíz de la planta es la parte que no se ve. Desciende a lugares desconocidos e invisibles para el hombre. Pero cumple una función vital en la planta, pues la alimenta y nutre a diario. De la misma manera, una raíz de amargura se instala en los lugares más escondidos y oscuros del alma. Por esta razón es difícil detectar exactamente dónde se ha alojado, aunque sus despreciables frutos son fácilmente visibles. Desde este lugar escondido alimenta y condiciona la vida de la persona.
Aunque su detección es difícil, el versículo anterior señala cuál es el contexto propicio para su surgimiento. Todos aquellos conflictos e injusticias que el ser humano vive -que forman parte intrínseca de la vida, y no son resueltas espiritualmente, proveen el terreno fértil para la raíz de amargura. Su mismo nombre describe la clase de «planta» que es. Su característica es ese estado de disgusto y acidez que tiñe todas las cosas y no nos permite pensar ni hablar de otra cosa sino del mal que hemos vivido. ¡Entre las víctimas más claras de la raíz de amargura se encuentra el gozo! La solución a su insidiosa influencia es la gracia de Dios. Por esta razón el autor anima a que ninguno deje de alcanzar la gracia, ese elemento divino que permite resolver correctamente las situaciones más devastadoras.
En último lugar, debemos notar que la raíz de amargura se hace fuerte primero en la vida de una persona, pero luego contamina a los de su alrededor. Su influencia va enfermando a los que antes estaban sanos. Por eso urge que sea enérgico el proceso de detectarla y arrancarla.

Para pensar:

Oísteis que fue dicho: «Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo». Pero yo os digo: «Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os odian y orad por los que os ultrajan y os persiguen, para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos y llover sobre justos e injustos» (Mt 5.43–45).
Intimid

viernes, 22 de mayo de 2015

LEALTAD

Porque vuestra lealtad es como nube matinal, y como el rocío, que temprano desaparece… Porque más me deleito en la lealtad que en el sacrificio, y más en el conocimiento de Dios que en los holocaustos. Oseas 6.4, 6 (LBLA)


Cuando leo este pasaje me siento un poco avergonzado al pensar en muchas de nuestras reuniones dentro de iglesia. En ellas, cantamos y declaramos una y otra vez nuestro profundo amor por el Señor. Frecuentemente estas proclamaciones van acompañadas de lágrimas y un quebranto espiritual. El día lunes, no obstante, nuestra vida sigue su mismo rumbo predecible y usual, sin que los de alrededor sospechen que el día anterior hemos ofrecido a nuestro Dios apasionados votos de compromiso y amor incondicional.
Por supuesto que no tiene nada de malo que expresemos públicamente nuestro amor al Padre. ¡Gracias a Dios que se dan abundantes oportunidades en las que podemos reunirnos para declarar, junto al pueblo escogido, nuestra lealtad hacia el Señor! Este debe ser un elemento importante en la vida de todo discípulo de Cristo.
El problema, más bien, radica en que nuestra lealtad es, justamente, como la nube matinal. ¡Cuán gráfica es esta ilustración! La niebla matinal es espesa e impenetrable. Su presencia lo llena todo. Quien la contempla tiene la impresión de que nunca más volverá a disiparse, pues como un manto denso cubre todas las cosas y hasta parece sofocarlas. Ni bien asoma el sol, sin embargo, se comienza a evaporar. Al poco tiempo, no queda rastro alguno que delate su existencia durante la noche.
Lo que hace que desaparezca la niebla, es precisamente el calor del sol. De la misma manera, la lealtad muchas veces existe hasta que se presenta alguna dificultad. Cuando la vida comienza a presentarnos sus interminables complicaciones, se evaporan los buenos sentimientos, las promesas, y los compromisos de amar por toda la eternidad. En su lugar queda la obsesión de encontrar la salida para la situación puntual que nos enfrenta.
La verdadera lealtad, sin embargo, no puede ser comprobada sino HASTA que aparecen las dificultades. Cualquiera de nosotros es capaz de proferir votos de compromiso para con Dios o con nuestros semejantes. Esa es la parte fácil. La parte difícil es mantenerse fiel a ellos cuando la vida nos invita a descartarlos. Es precisamente en este punto que la vida espiritual de muchos de nosotros se derrumba. Al igual que el pueblo de Israel en el desierto, la menor dificultad nos lleva a cuestionar con indignación las intenciones de nuestro Dios para con nuestras vidas.

Para pensar:

¿Debemos, pues, dejar de cantar y proclamar nuestro amor por él? ¡De ninguna manera! Debemos ser un poco más medidos en nuestras declaraciones, sabiendo que detrás de nuestras palabras hay una voluntad débil. Pero aún mejor que esto es tener como garantía de nuestras palabras una vida realmente devota a él, que no es el resultado de las emociones del momento ni de las palabras elocuentes de quienes dirigen la reunión. Al igual que a Israel, él nos dice: «¿sabes una cosa, mi amado? Me encanta que me digas lo mucho que me quieres cuando estás con otros. Pero aún más que esto, me gusta que me lo sigas diciendo cuando estás solo, y la vida se pone dura. ¡Eso sí que llena mi corazón de gozo!»

miércoles, 20 de mayo de 2015

INTERPRETACIONES CONVENIENTES

Arrojando piedras contra David y contra todos los siervos del rey David, mientras todo el pueblo y todos los hombres valientes marchaban a su derecha y a su izquierda. Simei lo maldecía diciendo: «¡Fuera, fuera, hombre sanguinario y perverso! Jehová te ha dado el pago por toda la sangre de la casa de Saúl, en lugar del cual tú has reinado, y Jehová ha entregado el reino en manos de tu hijo Absalón; has sido sorprendido en tu maldad, porque eres un hombre sanguinario». 2 Samuel 16.6–8


La escena que hoy nos trae el texto bíblico ocurre en el momento en que Absalón se levantó en rebelión contra su padre David. El rey, temiendo por su vida y la de los suyos, abandonó Jerusalén y huyó al desierto. En el camino, cansado y triste, le salió al cruce este descendiente de Saúl, que lo insultaba y agredía con piedras.
Lo invito a que reflexionemos juntos, por un instante, en la interpretación que le da este hombre a los eventos que estaban sucediendo en Israel en ese momento. Con todo el rencor y la ira acumulada por la pérdida del reino, Simei proclamaba confiadamente: «Jehová te ha dado el pago de toda la sangre de la casa de Saúl, en lugar del cual tú has reinado, y Jehová ha entregado el reino en mano de tu hijo Absalón». Seguramente su denuncia no carecía de cierta satisfacción perversa en la situación, pues Simei veía en estos eventos el pago por todo el mal que había vivido la casa de Saúl.
Lo que debe atemorizarnos es esa tremenda facilidad que poseemos de interpretar el accionar de Dios según nuestra propia conveniencia; y no solamente esto, sino tener profunda convicción de que las cosas son, en realidad, así como las estamos describiendo. Saúl mismo, con todos los delirios que había experimentado por darle la espalda a Dios, le había también dado, en su momento, esta conveniente interpretación a las circunstancias. Cuando uno de sus hombres delató el lugar donde se escondía David, había exclamado: «Dios lo ha entregado en mis manos, pues él mismo se ha encerrado al entrar en una ciudad con puertas y cerraduras» (1 S 23.7). Hacía tiempo que el Espíritu de Dios se había apartado de Saúl, pero él seguía creyendo que el Señor lo ayudaba en su afán de destruir a David.
Sabemos que en ambas situaciones la interpretación de estos dos hombres estaba completamente errada. Lo sabemos, sin embargo, porque poseemos el relato completo de la historia, junto a la interpretación de quien escribiera este libro. ¿En cuántas situaciones, donde no contamos con estos elementos, nos convencemos de estar interpretando correctamente el accionar de Dios, no sabiendo que estamos completamente equivocados? La equivocación es fácil de cometer, pues cada uno de nosotros somos arrastrados por los intereses personales de nuestra propia vida. Imaginamos que Dios está prácticamente abocado a acomodar todas las cosas solamente para nosotros.

Para pensar:

La verdad es muy diferente. Los caminos del Señor no son nuestros caminos, ni tampoco sus pensamientos son los nuestros. Si somos honestos, tenemos que reconocer que su manera de moverse es radicalmente diferente a la nuestra. Por esta razón, conviene mucha mesura a la hora de interpretar espiritualmente los acontecimientos que nos rodean. ¿Quién puede verdaderamente entender los misterios de Dios?

martes, 19 de mayo de 2015

LA META DEL MINISTERIO

A él nosotros proclamamos, amonestando a todos los hombres, y enseñando a todos los hombres con toda sabiduría, a fin de poder presentar a todo hombre perfecto en Cristo. Y con este fin también trabajo, esforzándome según su poder que obra poderosamente en mí. Colosenses 1.28–29 (LBLA)


En estos dos versículos encontramos admirablemente presentada la filosofía ministerial del apóstol Pablo. Vale la pena que meditemos en ella por unos minutos.
En primer lugar, el gran apóstol afirma que su objetivo es presentar a todo hombre perfecto en Cristo. Para entender esto, es necesario que tengamos conocimiento del sentido de la palabra en el griego. Cuando Pablo habla de «perfecto» no se está refiriendo a un estado en la cual ha dejado de existir el pecado. La perfección, en el concepto paulino, tiene que ver con restaurar en una persona los propósitos originales de la creación. En otras palabras, la obra ministerial tiene como objetivo volver a colocar al hombre en la relación y el funcionamiento que tenía en mente Dios cuando lo creó. Es restaurar todo aquello que quedó desvirtuado por el pecado. Sin lugar a dudas esta es una tarea que demanda toda una vida.
En segundo lugar, el apóstol nos dice que el método a seguir tiene, que ver con una doble función: amonestar y enseñar. Quien conoce algo de la vida espiritual sabe que es imposible construir sobre un fundamento equivocado. El fundamento debe ser el que exige la Palabra de Dios. Para esto, es necesaria la tarea de amonestar, que denuncia todo aquello en la vida del hombre que ofende la persona de Dios. Una vida, sin embargo, no se puede edificar solamente en base de amonestaciones. A la amonestación se le tiene que agregar la enseñanza acerca de la clase de vida que el Señor pretende para sus hijos.
En tercer lugar, esta enseñanza debe ser dada con toda sabiduría. No se puede tratar al ser humano como si fuera una máquina, ni tampoco como si todos hubieran sido creados exactamente iguales. Si bien cada persona tiene rasgos en común con sus pares, también es verdad que todo individuo tiene características únicas que lo distinguen de los demás. Enseñar con sabiduría significa discernir la realidad de cada persona y presentar la verdad en un formato que la hace comprensible dentro de su cultura particular. Como maestros, debemos evitar las enseñanzas «enlatadas» que son iguales para todos.
Por último, el apóstol nos dice que este proyecto demanda trabajo y esfuerzo. Este es quizás el punto en donde más frecuentemente fallamos en nuestro ministerio. Creemos que con sólo dar un par de lecciones sobre un tema ya hemos formado a las personas en determinado aspecto de sus vidas. Pero formar a aquellos que nos han sido confiados demanda de una perseverancia y un compromiso permanente con el esfuerzo. Incorporar la verdad a la mente es la parte más fácil del ministerio. El verdadero desafío, no obstante, está en llevar a las personas a incorporar esa verdad a su comportamiento cotidiano.

Para pensar:

Pablo aclara que todo su ministerio está impulsado por el poder de Cristo «que obra poderosamente» en él. Este es un concepto clave para el éxito, pues realizar el ministerio con las fuerzas propias producirá un intolerable desgaste en el líder

domingo, 17 de mayo de 2015

HAZTE A UN LADO MONA LISA!!

 Lectura bíblica: Efesios 2:4–10
 
Porque somos hechura de Dios. Efesios 2:10

Tu maestra dijo que las obra de arte que iban a ver “no tienen precio”. Tú creíste que eso significaba que serían baratas y feas. Te equivocaste. Cada escultura y pintura era hermosa, y de un valor imposible de imaginar. De pie al lado de las obras más valiosas, guardias armados y con cara de piedra las cuidaban. Y durante toda la excursión la maestra les lanzaba a los chicos una mirada que decía: “Si tocas algo olvídate de pasar a quinto grado”.
Tú no estás colgado en una pared. No tienes un guardia a tu lado noche y día. No obstante, eres la obra maestra de Dios, su creación amada y singular. Mira lo que dice Efesios 2 acerca de los que vales:
• Dios te ha dado vida (ver el versículo 5).
• Eres uno con Jesucristo (ver el versículo 6).
• Has sido salvo por el favor especial de Dios (ver el versículo 8).
Y ese es sólo el comienzo. Si confías en Cristo, cada una de las enormes verdades se aplica a ti. Si alguna vez te preguntas si le importas a Dios o a otros, léete en voz alta esta lista:
• Soy amado y escogido por Dios (ver Efesios 1:4).
• Soy hijo de Dios (ver Juan 1:12).
• El Espíritu Santo de Dios vive en mí (ver 1 Corintios 3:16).
• Tengo acceso a la sabiduría de Dios (ver Santiago 1:5).
• Tengo una nueva amistad con Dios (ver Romanos 5:11).
• He sido justificado a los ojos de Dios (ver Romanos  5:11).
• Tengo la justicia de Cristo (ver 2 Corintios 5:21).
• Soy embajador de Dios (ver 2 Corintios 5:20).
• He sido completamente perdonado (ver Colosenses 1:14).
• Dios satisface todas mis necesidades (ver Filipenses 4:19).
• Soy amado por Dios tiernamente (ver Jeremías 31:3).
• Soy santo y sin culpa (ver Colosenses 1:22).
Pablo hablaba en serio cuando dijo: “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas” (2 Corintios 5:17). Cuando Dios te mira, ¡ve su obra de arte perfecta y maravillosa!
 
PARA DIALOGAR: ¿Les gusta ser la obra maestra de Dios?
 
PARA ORAR: Señor, a veces nos resulta difícil ver, pero sabemos que tú nos hiciste como tu obra de arte maestra. Gracias.
 
PARA HACER: Dediquen tiempo a repetirse cualquiera de estas verdades bíblicas acerca de ustedes que les cuesta creer.
                                                               

sábado, 16 de mayo de 2015

LO ORDINARIO DE LA FE

¿Acaso da gracias al siervo porque hizo lo que se le había mandado? Pienso que no. Así también vosotros, cuando hayáis hecho todo lo que os ha sido ordenado, decid: «Siervos inútiles somos, pues lo que debíamos hacer, hicimos». Lucas 17.9–10


Hemos estado considerando algunos aspectos de este pasaje que presenta una de las enseñanzas que Cristo le dio a los discípulos acerca del tema de la fe. En nuestra reflexión de hoy queremos examinar el ejercicio de la fe en la vida del cristiano.
Subsiste una tendencia entre nosotros a creer que el ejercicio de la fe en la vida es algo especial. Cuando relatamos anécdotas donde se vieron extraordinarias manifestaciones de fe lo hacemos con ese asombro de quienes están frente a algo increíble. No pocos dentro de la iglesia creen que hay personas que poseen una capacidad especial para moverse en fe, personas que están en otra dimensión de la vida espiritual que nosotros. Esto no hace más que recalcar que estamos distanciados de la clase de vida que deberíamos estar viviendo en Cristo Jesús.
En el pasaje de hoy Cristo ilustró esta verdad con el trabajo de un siervo en el campo. Habiendo recibido instrucciones al inicio del día, el siervo salió y trabajó toda la jornada en lo que se le había mandado. Cuando llegara la tarde, ¿el amo de aquel siervo lo esperaría con la cena lista, como premio por el buen desempeño que tuvo durante el día de trabajo? ¡Por supuesto que no! No recibiría ningún tipo de reconocimiento, porque en realidad no había estado haciendo más que cumplir con lo que se le había mandado hacer.
De la misma manera, el discípulo que vive por fe no está demostrando un extraordinario compromiso con Cristo, ni avanzando más allá de lo que se espera de él. Simplemente está viviendo de la manera que su amo espera. Moverse por fe, entonces, no es vivir con un mayor grado de compromiso que los demás. Es, simplemente, vivir la vida espiritual como Dios manda. Él nos da a cada momento sus instrucciones, y nosotros obedecemos, haciendo exactamente lo que él nos indica hacer. No tiene ningún mérito lo que hacemos.
Tratar con especial reverencia a aquellas personas que se mueven por fe no hace más que ofrecer un elocuente testimonio de la pobreza de nuestra propia vida espiritual.
Se cuenta que Jorge Müller, el hombre que fundó incontables orfanatos moviéndose solamente por fe, visitó muchas iglesias en los últimos años de su vida, dando testimonio de cómo el Señor había provisto fielmente para las necesidades de miles de niños. La gente que lo escuchaba se maravillaba del gran compromiso que tenía este hombre. Müller les señalaba, sin embargo, que él no había hecho nada extraordinario. Simplemente escogió creer las promesas del Señor cada día de su larga vida. Había hecho lo que se le pide a todo el que cree en Cristo, y eso no tiene ningún mérito en el reino. Fue, en última instancia, nada más que un siervo inútil.

Para pensar:

«La fe es al mundo espiritual lo que el dinero es al mundo comercial». Anónimo.

jueves, 14 de mayo de 2015

LA ESENCIA DE LA FE

OY los apóstoles dijeron al Señor: ¡Auméntanos la fe! Entonces el Señor dijo: Si tuvieras fe como un grano de mostaza, dirías a este sicómoro: «Desarráigate y plántate en el mar». Y os obedecería. Lucas 17.5–6 (LBLA)


El concepto de la obediencia aparece tres veces en este corto pasaje sobre la fe. Lo vemos en el texto que hoy nos ocupa, pero también aparece en el versículo 9 y una tercera vez en el versículo 10. La mención de la obediencia en este contexto nos da una importante pista acerca de lo que es, en realidad, la fe.
Entre nosotros es común el concepto de que la persona de fe es aquella que se atreve a pedirle cosas a Dios que nosotros jamás nos atreveríamos a pedir. Miramos con cierta envidia su vida, porque parece conseguir resultados más extraordinarios que los que nosotros conseguimos. Creemos que esto se debe a que esta persona posee mucha fe y se anima a soñar en grande.
La fe, según lo que Cristo enseñó a sus discípulos, está ligada con los proyectos de Dios, no de los hombres. La fe no es un cheque en blanco que Dios le da a sus discípulos para que pidan lo que quieran, sabiendo que él se compromete a respaldarlos en cualquier cosa que se propongan. Más bien es la convicción de que Dios cumplirá lo que él ha hablado.
No hace falta más que un rápido recorrido por la vida de algunos de los grandes héroes de la fe para ver que en cada situación no hicieron más que obedecer las instrucciones que habían recibido. Abraham pudo ofrecer a Isaac en sacrificio porque creyó la palabra que había recibido acerca de un heredero. Moisés dividió las aguas del Mar Rojo porque creyó la palabra que recibió de Dios. También sacó agua de la roca porque Dios mismo le había mandado que así lo hiciera. Josué vio la destrucción de Jericó porque aceptó las instrucciones que Dios le dio acerca de aquella ciudad. Elías derrotó a los profetas de Baal porque había hecho todas las cosas según la palabra que había recibido de Dios.
Este es, de hecho, el argumento principal del autor de Hebreos. En el capítulo 4 escribe: «Temamos, pues, no sea que permaneciendo aún la promesa de entrar en su reposo, alguno de vosotros parezca no haberlo alcanzado. También a nosotros se nos ha anunciado la buena nueva como a ellos; a ellos de nada les sirvió haber oído la palabra, por no ir acompañada de fe en los que la oyeron» (1–2). De manera que es imposible ejercer fe en algo que no hemos recibido por palabra del Señor, porque la fe solamente es aplicable a aquellas situaciones donde Dios ha hablado con claridad y nos invita a creerle. En el acto de movernos según las instrucciones que hemos recibido es que encontramos la demostración de la fe.

Para pensar:

«Jamás podrás entender porqué el Señor hace lo que hace; pero si le crees, sólo eso te hará falta. Aprendamos, pues, a confiar en él por lo que él es». Elizabet Elliot.

miércoles, 13 de mayo de 2015

QUIEN ES ESE QUE TE MIRA?


Lectura bíblica: Efesios 1:3–8
 
Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, quien nos ha bendecido en Cristo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales. Efesios 1:3

Te miras en el espejo. ¿Cómo reaccionas a lo que ves? Elige la frase que mejor describe tu reacción:
☐ Suspiro.
☐ Por favor, ten paciencia, es evidente que Dios no ha terminado de hacerme todavía.
☐ Menos mal que lo que vale es la belleza interior.
☐ ¡Cuántas posibilidades!
☐ ¡Me doy un beso!

Puedes tener todo tipo de pensamientos —buenos, malos y feos— acerca de ti mismo. Mirarte en el espejo es una manera de ver quién eres. Pero tus ojos no pueden ver toda la verdad en cuanto a ti. De hecho, no pueden siquiera ver las verdades más importantes.
Un modo mucho mejor de conocerte es descubrir cómo te ve Dios. Si quieres una autoimagen sana, lo que quieres saber es cómo te considera él. Y Efesios 1 te dice estas verdades acerca de ti mismo.
• Te ha sido dada toda bendición espiritual (versículo 3).
• Fuiste escogido antes de la fundación del mundo para ser sin faltas a los ojos de Dios (versículo 4).
• Fuiste elegido para ser adoptado como hijo de Dios (versículo 5).
• Tu libertad y perdón fueron comprados por la sangre de Cristo (versículo 7).
• Fuiste marcado por el Espíritu Santo como propiedad de Dios (versículo 13).

Por lo que Cristo ha hecho por nosotros sabemos que estas grandes verdades acerca de nosotros son ciertas. Son verdades de las cuales podemos depender. Pablo lo dijo así: “Habiendo sido iluminados los ojos de vuestro entendimiento, para que conozcáis cuál es la esperanza a que os ha llamado, cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos, y cuál la inmensurable grandeza de su poder para con nosotros los que creemos, conforme a la operación del dominio de su fuerza” (Efesios 1:18, 19).
Te miras en el espejo lleno de curiosidad. Quién sabe lo que te dice el espejo. Lo importante es que Dios quiere que te veas como el hijo o hija increíble que eres. ¡Quiere que veas todas las cosas maravillosas que él ve en ti!
 
PARA DIALOGAR: ¿Qué verdad nueva acaban de aprender de sí mismos? ¿Qué sienten al pensar en ella?
 
PARA ORAR: Señor, gracias por estas verdades que son ciertas de nosotros. Gracias por tu bondad hacia nosotros.
 
PARA HACER: Compartan una de estas verdades absolutas con un amigo.
 

LA MEDIDA DE LA FE

Y los apóstoles dijeron al Señor: ¡Auméntanos la fe! Entonces el Señor dijo: Si tuvieras fe como un grano de mostaza, dirías a este sicómoro: «Desarráigate y plántate en el mar». Y os obedecería. Lucas 17.5–6 (LBLA)

El pedido de los discípulos no ha de extrañarnos si tenemos en cuenta lo que Cristo les estaba tratando de enseñar. El tema que compartía era sobre el perdón. En esta ocasión, el Señor les había pedido ¡algo realmente imposible de cumplir! Si un hermano venía siete veces en el día para pedir perdón por alguna ofensa cometida, porque sinceramente estaba arrepentido, entonces los discípulos debían perdonarlo. Ante semejante desafío los discípulos, alarmados, lógicamente solicitaron más fe. Es difícil convivir con un hermano, en el mejor de los casos. Pero perdonarlo siete veces en un mismo día, sin fastidiarse ni amargarse… ¡esto sí que es para gigantes espirituales!
En la reacción de los discípulos encontramos uno de los conceptos populares más arraigados en el pueblo de Dios, y es que la fe viene en diferentes cantidades para ser distribuida en mayor o menor grado en la vida de aquellos que siguen al Señor. De allí provienen frases tan comunes como «hermanos, cantemos esta canción con más fe» o «es una persona de mucha fe, y por eso Dios la usa». Los que tenemos vidas que carecen de las más deslumbrantes manifestaciones de Dios pertenecemos a la categoría de personas que tienen poca fe.
Cristo, en el pasaje de hoy, intentaba corregir esta idea errada sobre la fe. Cuando pensamos que el tamaño de la fe de una persona es lo que hace la diferencia, automáticamente estamos avanzando por un camino errado, porque ponemos el acento en nosotros y no en Dios. Para modificar su pensar, el Señor tomó la ilustración de un grano de mostaza. La semilla del grano de mostaza es excesivamente chica. Son pocas las personas que, al verla, creen que están frente a algo con increíble potencial.
En lo que a la fe respecta, la clave no está en el tamaño, sino en el objeto en que se deposita la fe. Es por esto que en la vida espiritual no hacen falta grandes cantidades de fe, ya que es el tamaño del objeto en el que se deposita la fe lo que hace la diferencia. Dios es todopoderoso, soberano y maravilloso. Quien cree en él puede experimentar en su propia vida todos sus extraordinarios atributos.
En realidad, la cuestión no está en tener o no tener fe porque, a decir verdad, todos tenemos fe. Sin embargo, muchos de nosotros no orientamos nuestra fe hacia Dios, sino que la depositamos en nuestros propios criterios o en las opiniones de otros que están a nuestro alrededor. No ha de sorprendernos, entonces, que nuestra fe produzca escasos resultados. Para que empiece realmente a verse el obrar de Dios en nosotros, es necesario que orientemos nuestra fe -aún siendo esta excesivamente pequeña- exclusivamente hacia la persona de Dios. ¡Allí sí que veremos la extraordinaria manifestación de un árbol que se desarraiga para plantarse en el mar!

Para pensar:

«¡Algunas personas piensan que necesitan fe como una montaña para mover un grano de mostaza!» Anónimo.

TE AMA Y TE SIGUE AMANDO Y AMANDO

Lectura bíblica: Jeremías 31:1–6
 
Jehovah me ha aparecido desde hace mucho tiempo, diciendo: Con amor eterno te he amado; por tanto, te he prolongado mi misericordia. Jeremías 31:3

Adrián entra en su casa como una tromba dando un portazo. Les contesta mal a sus padres y le ensarta a su hermano la cara en el bol de helado. En penitencia el resto del día, le da un puntapié al gato y una puñetazo a la almohada.
Cuando se le pasa el mal humor, recapacita en que se ha portado como un tonto y que Jesús lo ha estado acompañando durante todo el berrinche. Entonces se pregunta: Señor, ¿por qué me amas tanto?
¿Alguna vez te has portado requete mal y le has hecho a Dios esa pregunta?
Bueno, te ama porque te creó.
¿Alguna vez has observado las miradas de admiración de los padres a su bebé recién nacido? Algunos recién nacidos son bastante feúchos. Pero para sus propios padres, no podrían ser más hermosos. ¿Por qué? Porque mamá y papá ayudaron a crear al tesorito.

Sucede lo mismo con Dios. Porque nos creó, nos ama aun cuando somos feos y antipáticos. Opina que somos de lo mejor. Y nada que podamos hacer hará que deje de amarnos.
Quizá nos preguntemos cómo Dios puede seguir amándonos después que hemos pecado. Como cuando nos enojamos y le rompemos un juguete a nuestro hermano o hermana. O cuando les faltamos el respeto a nuestros padres. O cuando hablamos mal de un amigo.
Dios no estaría contento con ninguna de esas conductas, pero no dejaría de amarnos por ellas. De hecho, nada que podamos hacer puede hacer que deje de seguir amándonos. La muerte de Jesús en la cruz pagó por nuestros pecados pasados, presentes y futuros. No hay absolutamente nada que pueda causar que Dios cambie de idea y deje de amarnos. ¡Nada! Escucha lo que la Biblia dice sobre el asunto:
El Salmo 103:12 dice: “Tan lejos como está el oriente del occidente, así hizo alejar de nosotros nuestras rebeliones”.
Romanos 5:8 dice cuánto nos amaba Dios aun antes de que nosotros lo amáramos a él: “Pero Dios demuestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros”.
Romanos 8:38, 39 lista un montón de cosas que no nos pueden separar del amor de Dios: “Ni la muerte, ni la vida… Ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús, Señor nuestro”.
Necesitamos meternos en la cabeza: Dios nos ama. ¡No podemos espantar su amor!
 
PARA DIALOGAR: ¿Cómo se sienten al saber que nada los puede separar de Dios?
 
PARA ORAR: Señor, tu amor por nosotros es increíble. Gracias por tu amor que nunca se acaba.
 
PARA HACER: ¿Alguna vez han dejado de amar a alguien que los ha ofendido? Amen como ama Dios y hagan hoy algo cariñoso por esa persona.

martes, 12 de mayo de 2015

APRENDER DE NUESTROS ERRORES

Jesús dijo a Simón Pedro: Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que estos? Pedro le dijo: Sí, Señor, tú sabes que te quiero. Jesús le dijo: Apacienta mis corderos. Juan 21.15 (LBLA)


La mayoría de las traducciones de este versículo no captan una diferencia clave en las palabras que intercambiaron el Señor y Pedro, y por eso he optado usar la versión de La Biblia de las Américas en el texto de hoy.
Cuando Cristo le preguntó a Pedro si lo amaba escogió la palabra griega ágape. De las tres palabras para amor en ese idioma, esta es la más sublime. Personifica el amor expresado por la vida y obra de Jesucristo. Es un amor que tiene el más elevado grado de compromiso con el prójimo y que se traduce en sacrificio por el bien del otro. La mejor descripción de esta clase de amor la tenemos en Filipenses 2.5–11.
En su respuesta Pedro, sin embargo, no usó la misma palabra que el Maestro, sino que optó por el término fileo. Esta palabra expresa la relación que existe entre hermanos y definitivamente está por debajo del vínculo que encierra el concepto de amor ágape. La versión de La Biblia de las Américas correctamente traduce la respuesta de Pedro: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero».

Quizás usted piensa que estamos perdiendo tiempo en un detalle de poca relevancia. La verdad, sin embargo, es que la diferencia revela un importante principio en la vida de Pedro. En la noche en que Jesús fue traicionado, Pedro había proclamado con confianza que él estaba dispuesto a seguir al Señor donde quiera que fuera. Aun cuando el Señor le advirtió que no sería así, él siguió insistiendo que, si fuera necesario, estaría dispuesto a dar su vida por Cristo. En otras palabras, creía que su compromiso estaba a la altura de la clase de sacrificio que demanda el amor ágape.

Ahora, sin embargo, entendía que sus declaraciones habían sido muy presumidas. Vivía con la vergüenza de haber negado tres veces al Señor. Creo firmemente que en este incidente el Señor estaba restaurando a Pedro, para que pudiera ocupar el lugar clave que le estaba reservado en la iglesia naciente. Para este trabajo de restauración, no obstante, era necesario tener la certeza de que Pedro había aprendido la lección acerca de las serias limitaciones que tenía su propio entusiasmo y celo por las cosas de Dios.

La respuesta del discípulo nos muestra que Pedro sí había aprendido de sus propios errores. Una vez había afirmado confiadamente que su amor era incondicional. Pero no estaba dispuesto a transitar por este camino una segunda vez.
Nuestros errores y nuestras derrotas pueden ser el semillero para algunas de las lecciones más importantes de la vida. Todo error tiene el potencial de enseñarnos algo. Para poder aprender esas lecciones, sin embargo, tenemos que estar dispuestos a reflexionar sobre lo vivido, evaluar dónde nos equivocamos, y descifrar cuáles son los comportamientos necesarios para evitar pasar nuevamente por el mismo camino. Nuestros errores, entonces, pueden convertirse en nuestras más valiosas experiencias. Está en nosotros aprovechar el potencial que poseen.

Para pensar:

¿Cómo reacciona cuando se equivoca? ¿Cuánto tiempo pierde en lamentos y reproches? ¿Qué revelan sus reacciones acerca de la clase de persona que es? ¿Cómo puede usar sus errores para crecer?

lunes, 11 de mayo de 2015

LA EMOCION DE SER EL SEGUNDO

Lectura bíblica: Romanos 12:9–13
 
Amándoos los unos a los otros con amor fraternal; en cuanto a honra, prefiriéndoos los unos a los otros. Romanos 12:10

Estás en fila en el comedor de la escuela, pensando qué habrá quedado para comer. No sólo estás en la última lista para comer, sino que también eres el último de los últimos, porque tu maestra te hizo quedar después de hora por unos errores serios en tu prueba semanal de deletreado.
Para cuando llegaste al comedor, quedan pocas cosas que elegir. Hasta los postres se ven tristes. Aunque hay pilas de galletitas dulces con nueces, queda una sola sin nueces.
Tienes un problema. Realmente detestas las nueces.
Y tienes un problema peor. No eres exactamente el último en la cola.
Detrás tuyo está Patricio que de veras detesta las galletitas con nueces. Es más, es alérgico a las nueces. Si come un pedacito, por más pequeño que sea, se le hincha la garganta cortándole la respiración, la cara se le pone violeta y los ojos se le ponen en blanco.
Pero ese no es problema tuyo. Simplemente a ti te gustan las galletitas sin nueces. Entonces, ¿qué haces?

☐ Dejas caer tu tenedor. Cuando pega en el piso, agarras la galletita sin nueces y te haces el tonto.
☐ Lloriqueas a las cocineras. Les dices que estás totalmente dispuesto a esperar en el comedor todo el dia 
☐ te ríes y le comentas que necesita comenzar una dieta.
☐ Dices: “Toma tú la galletita sin nueces, Patricio. ¡Qué bueno que quedó una para ti!”.

¿Te fue difícil la última opción? ¿Sentiste una punzada de dolor al solo pensar en renunciar a un postre que parecía ser hecho para ti? Quizá esa opción no te molestó, pero hay probablemente otras ocasiones en que te ha costado renunciar a algo a fin de darle el primer lugar a otra persona.
Ser un siervo no significa siempre escoger lo peor. Pero lo que es seguro es que no significa siempre acapararte lo mejor, especialmente cuando tu decisión puede perjudicar a alguien. Dios quiere transformar nuestra manera de pensar para que sea como la de Cristo, quien nos puso a nosotros primero al dar su vida por nosotros. Dios nos llama a demostrar la misma actitud hacia los que nos rodean. Eso es preferirse los unos a los otros. Dios se agrada cuando optamos honrar a otros antes que a nosotros mismos, como lo hizo Jesús.
 
PARA DIALOGAR: ¿En qué ocasiones les ha costado trabajo preferir a otros? ¿Cómo les ayuda saber que Dios los prefiere a ustedes?
 
PARA ORAR: Señor, cuando vemos algo que queremos, luchamos por no olvidarnos de los demás. Ayúdanos a preferir a otros como tú nos preferiste a nosotros.
 
PARA HACER: Acepten este reto triple: Encuentren hoy tres maneras de tener en cuenta los intereses de otros antes que los propios.
 

LA RESTAURACION DEL CAIDO

Hermanos, aun si alguno es sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradlo en un espíritu de mansedumbre, mirándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado. Gálatas 6.1 (LBLA)

La restauración de los que han caído por el camino es una de las responsabilidades importantes de los que son parte del cuerpo de Cristo. El pecado es parte de la realidad de la vida cristiana y constantemente produce estragos en la familia de Dios. De manera que hacemos bien en prestar particular atención a las instrucciones que da la Palabra sobre el tema, para que nuestra tarea de restaurar sea correcta.
En primer lugar, debemos entender que hay dos tipos de pecado. Uno es el resultado de una actitud de obstinación y rebeldía que actúa sabiendo que está haciendo lo malo. Se rehúsa a escuchar consejo y persiste en lo incorrecto. Una segunda categoría, sin embargo -la que el apóstol Pablo tiene en mente en este pasaje- es aquel pecado que se produce en forma sorpresiva, sin premeditación. La palabra que usa indica una persona que repentinamente es sobrepasada por un pecado. Ninguna de las dos formas de pecado son excusables, pero hay una diferencia importante en la actitud que debe ser tomada en cuenta a la hora de la restauración. En nuestra perspectiva simplista, tendemos a considerar todo pecado como el resultado de una acto de obstinada rebeldía.

En segundo lugar, la tarea del líder es restaurar. La palabra «restaurar» significa devolverle a algo su estado original, su funcionalidad, repararlo. No ignoramos que muchas veces la llamada «restauración» de una persona en la iglesia ha sido exactamente lo opuesto de esto. En lugar de llevarla otra vez a un estado saludable, la persona ha sido hundida en un pozo de condenación, del cual algunos difícilmente se han recuperado. Dios, sin embargo, llama a sus siervos a trabajar en la reparación de vidas. Aun en el caso extremo de entregar a alguien a Satanás, Pablo menciona que su objetivo fue que esta persona salvara el alma en el día del juicio (1 Co 5.5).

En tercer lugar, la restauración debe llevarse a cabo en un espíritu de mansedumbre. Quiere decir que toda forma de agresión, violencia e ira deben estar ausentes en la persona que realiza la restauración. Esto es precisamente porque estas actitudes son las que más entorpecen el proceso de reparación. Por el mismo engaño del pecado, el que debe ser restaurado va a ofrecer cierta resistencia. Si queremos evitar, sin embargo, que esa resistencia se convierta en rebeldía, nuestra actitud debe ser de ternura y mansedumbre. Esto se puede lograr sin dejar de lado la firmeza necesaria para la confrontación.

Lo que más nos va ayudar en todo este proceso es mirar nuestras propias vidas. Nada nos hace tan implacables y duros como la soberbia que viene de creer que nosotros nunca hubiéramos caído como cayó nuestro hermano. Recordar que nosotros estamos sujetos a las mismas debilidades nos ayudará a proceder con mucha misericordia y dará lugar a que la gracia de Dios actúe profundamente en la vida del caído.

Para pensar:
«La doctrina de la gracia humilla al hombre sin degradarlo, y lo exalta sin inflarlo». Carlos Hodge.

EL CONOCIMIENTO QUE VALE

Pues su divino poder nos ha concedido todo cuanto concierne a la vida y a la piedad, mediante el verdadero conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia. 2 Pedro 1.3 (LBLA)


En un intento por traducir con mayor fidelidad la palabra «conocimiento», la versión de La Biblia de las Américas incorpora a este versículo la frase «verdadero conocimiento». De verdad que es una buena alternativa porque hay conocimientos que sólo son apariencia.
En el griego existen dos palabras distintas para el término castellano «conocimiento». La primera es la palabra gnosis. Esta palabra indica una erudición que es producto del estudio. Típicamente se la relaciona con el fruto del proceso académico que ocurre por medio de un minucioso análisis de todos los aspectos relacionados con determinada materia, a fin de llegar a un conocimiento acabado de un tema. De esta manera, la persona que ha cumplido con el proceso podría ser considerada como experta en la materia.

La otra palabra es epiglotis, también, en la mayoría de las versiones de la Biblia es traducida por «conocimiento». En el idioma original, sin embargo, la diferencia entre una palabra y la otra es muy marcada. El segundo tipo de conocimiento no es el fruto del estudio, sino de la observación. Es la clase de conocimiento que podría tener un esposo de su esposa. Nadie le ha enseñado al varón que a su esposa le gustan dos cucharadas deazúcar en el té, ni que le encanta que le regalen flores. Lo ha aprendido, más bien, porque ha convivido con ella durante muchos años. En la cercanía a su persona ha adquirido un cúmulo de conocimiento sobre ella que otras personas no poseen.

Este tipo de conocimiento que menciona el apóstol Pedro, es el eje central de la vida espiritual a la cual hemos sido llamados. No es el conocimiento de Dios adquirido como resultado de lo que hemos leído, ni lo que otros nos han contado, ni tampoco de lo que hemos podido estudiar nosotros mismos. Es, más bien, el conocimiento que hemos obtenido como fruto de haber pasado mucho tiempo con él. Podemos hablar con cierta confianza acerca de su persona, porque hemos cultivado la clase de intimidad que es común entre dos seres que se aman.

Este tipo de conocimiento, nos dice el apóstol, es la llave de la vida espiritual. Propicia nuestra confianza plena en Aquel que nos ha llamado, porque sabemos por experiencia personal que no nos fallará, aun en las peores tormentas. Permite que le busquemos cuando necesitamos de su gracia, porque tenemos certeza de no volver con las manos vacías.

Para pensar:

El apóstol Pablo, autor de las más profundas doctrinas del Nuevo Testamento, eximio conocedor de la Palabra, consideraba que aún tenía mucho por recorrer en su conocimiento de la persona de Dios. Poco antes de morir, declaró: «Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo. Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor. Por amor a él lo he perdido todo y lo tengo por basura, para ganar a Cristo…» a fin de conocerlo (Flp 3.7–10).
Andar confia

lunes, 4 de mayo de 2015

POR QUE HAY GENTE MALA?

 
 
Lectura bíblica: Gálatas 6:7–10
 
Por lo tanto, mientras tengamos oportunidad, hagamos el bien a todos, y en especial a los de la familia de la fe.        Gálatas 6:10



—Todos me lo hacen. Pero Alejandro es el peor —se lamentó Mónica—. Me fastidia todo el tiempo en la clase de gimnasia porque no puedo hacer flexiones. Me gustaría mostrarle cómo le puedo flexionar la cabeza hasta arrancársela.
La mamá de Mónica le clavó una mirada que decía: “Querida, sé que hablas en broma, pero no sería una buena decisión de tu parte”.
—No le voy a hacer nada —prometió Mónica—, pero qué bueno sería que Dios le diera una leccion.

La mayoría hemos deseado que Dios aplastara a nuestros enemigos y les impidiera que nos hagan sentir mal. En el fondo de ese deseo yace una pregunta: 

¿Por qué permite Dios que la gente opte por ser mala, especialmente a los que optan por ser realmente malos?

Por más difícil que sea aguantarlo, dar al ser humano la habilidad de optar por el bien o el mal fue la mejor decisión que nuestro Dios amante jamás pudo hacer. En realidad no nos gustaría vivir en un mundo donde Dios nos obliga y obliga a todos los demás a ser buenos. Acuérdate qué incómodo te sientes cuando tus papas o maestros te obligan a tratar bien a alguien. Sientes que te están arrastrando por las narices. Haces lo menos posible por satisfacer al adulto que te lo pidió. Aun si sonríes por afuera, frunces el ceño por adentro. Y peor aun, la otra persona puede notar que lo haces sin ganas, y a nadie le gusta recibir cariño a medias.

Por otro lado, a todos nos gusta demostrar cariño cuando lo hacemos por nuestra propia cuenta. Es como cuando ayudas con los trabajos en la casa de un amigo. Cuando nadie te obliga a hacer algo bueno, de pronto rastrillar las hojas secas o guardar juguetes hasta puede ser divertido.
Si Dios nos hubiera hecho a todos para ser buenos, mejor hubiera sido que nos hiciera robots. Los robots no aman. Simplemente hacen lo que fueron programados a hacer. Y nunca tienen la linda experiencia de decidir libremente el ser buenos o demostrar cariño.

Dios nos quiso tanto que nos puso en un mundo donde pudiéramos disfrutar de ser sus amigos. Aunque no nos gusta que nos lastimen los que optan por no ser buenos con nosotros, la oportunidad de elegir entre el bien y el mal es un privilegio demasiado bueno para renunciar a él.
Cuando alguien no nos trata bien, podemos pensar que Dios no comprende nuestra situación. Pero eso no es cierto. Recuerda cómo algunos tratan a Dios. Los seres humanos lo rechazan, se burlan de él y le desobedecen abiertamente. Dios se siente herido, pero sigue amando y haciendo cosas buenas para la gente. Nosotros también tenemos la oportunidad de seguir haciendo lo bueno.
 
PARA DIALOGAR: Contesten en sus propias palabras: ¿Por qué un Dios amante creó un mundo donde el ser humano puede optar por hacer el mal?
 
PARA ORAR: Señor, ayúdanos a seguir amando a los demás aun cuando nos tratan mal.
 
PARA HACER: Muchos culpan a Dios por la maldad en el mundo. Compartan lo que aprendieron con un amigo que tiene problemas con entender el mal.